Humberto Aldana
Motines y amagues
No cabe duda que estamos viviendo tiempos históricos y que requieren de gran fortaleza, tanto en lo social, como en lo político.
La gallardía con la que la Presidenta Claudia Sheinbaum ha tenido que sortear el agitado oleaje de la dupla Trump-Musk y la profundidad de sus desafíos, ha requerido no sólo de simples pronunciamientos en favor del proyecto de nación que ella encabeza a nombre del pueblo de México, también de la congruencia que debe acompañar a todos y cada uno de los actores políticos afines a la Cuarta Transformación. No existe espacio para titubeos, distracciones y mucho menos, para traiciones.
Desde su primer momento en la silla presidencial, la Presidenta ha hecho gala de una sobriedad a toda prueba y absoluto respeto a la continuidad de un proyecto transformador que apenas ve el segundo capítulo de una etapa iniciada por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, que implicaba el compromiso irrenunciable de aprobar las reformas constitucionales que dejó como encomienda, así como las que la propia Doctora con gran congruencia conceptual presentó para equilibrar la balanza y pasar de una igualdad de papel a una realidad sustantiva, de una soberanía en los discursos con actitudes entreguistas, a una defensa de aquella a partir de recordar la arenga de nuestro Himno Nacional.
Es una obligación patriótica fortalecerla y arroparla; la derecha reaccionaria podría encontrar recovecos por donde entrar como la humedad hasta correr la estructura ideológica que sostiene no sólo el movimiento de transformación que el pueblo aprobó de manera contundente, también el futuro de las generaciones nacientes frente a una nueva realidad nacional e internacional errática e incierta.
Los ideales son consciencia. Las ideas claras y el compromiso por alcanzarlos son hoy en día el gran tesoro de quienes nos dedicamos a la política en su etapa de reivindicación; una caída en la credibilidad de este nuevo grupo de políticos nacidos del movimiento social más grande del mundo, podría significar la pérdida final del rumbo y el adiós a la esperanza que tanto ha costado instalar en este tan golpeado, vejado, discriminado y empobrecido pueblo que renace, a pesar de todo, por la fuerza de sus raíces.
Esta vez como nunca antes en la historia moderna, no se aceptan la cobardía ni la tibieza del oportunista, está de por medio la patria.
