Fueron a un banco de lodo y encontraron un pequeño agujero donde se escondía un bagre. Equipado con un par de guantes, Joseph se acercó mientras su padre le daba consejos.
“Alcánzalo y lentamente desliza tu mano sobre su boca”, dijo.
Al principio Joseph no estaba seguro de que el pez estuviera allí, pero pronto sintió su boca. El chico empezó a agarrarlo.
“¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡Lo tengo!”, gritó.
Alcánzalo y agárralo con ambas manos”, le dijo el padre de Joseph.
Se puso detrás de Joseph para ofrecer un poco más de apoyo. Cuando el niño agarró y falló unas cuantas veces más, se hizo evidente que el bagre estaba enojado. Aún así, el padre de Joseph estaba seguro de él.
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“Casi lo atrapas. Lo vas a atrapar tú solo”, dijo. “Sujétalo. Deja que se agote. Está peleando, no dejes que te rompa la muñeca”.
El consejo pareció funcionar, ya que Joseph pudo capturar el bagre por sí mismo.
“¡Woo hoo! Joseph”, gritó su padre.
Después de eso, todo lo que quedaba era que el papá de Joseph pusiera el cordel para que pudiera llevarle el pescado a su mamá. El padre de Joseph no podría estar más orgulloso.
“No puedo creer que pudieras hacerlo por ti mismo”, dijo.
