Por: Jorge Sanén
La reforma al Poder Judicial es un acto de justicia histórica para un país que durante décadas vio cómo los privilegios se anteponían al derecho y cómo las élites jurídicas se blindaban frente al pueblo. Hoy, como diputado local del Estado de Quintana Roo, y como ciudadano comprometido con la transformación de México, afirmo que es momento de poner la justicia en manos del pueblo.
La propuesta de reforma al Poder Judicial responde a una realidad insoslayable: nuestro sistema judicial ha sido, en muchos casos, una estructura al servicio de intereses particulares. Casos de corrupción, sentencias que favorecen a poderosos, jueces que actúan con impunidad y una distancia abismal entre la justicia y la gente común. La Cuarta Transformación que inició con el presidente Andrés Manuel López Obrador, y que hoy continúa con la primera mujer presidenta de México, la Dra. Claudia Sheinbaum , ha puesto en el centro de la discusión nacional la necesidad de democratizar a fondo este poder, como parte del cambio de régimen.
Esta reforma no es un capricho ni una revancha política, como algunos sectores conservadores han intentado hacer creer. Es, en realidad, la consecuencia lógica de un proyecto de nación que busca erradicar los privilegios, abrir las instituciones al escrutinio ciudadano y hacer de la justicia un derecho efectivo, no una mercancía de pocos. Elegir a jueces y magistrados por voto popular implica confiar en la conciencia del pueblo, en su capacidad para decidir quién puede representar verdaderamente los valores de justicia, equidad y servicio.
La ideología que sustenta esta propuesta es clara: la justicia no debe estar subordinada al poder económico ni a los pactos oscuros de las cúpulas. Como lo ha sostenido el expresidente López Obrador desde hace años, “al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Y para que eso sea verdad, necesitamos jueces comprometidos con la ética, con la transparencia y con el bienestar de la mayoría.
En el Congreso de Quintana Roo, estamos listos para acompañar esta transformación desde el ámbito local. Porque sabemos que no puede haber paz sin justicia, ni justicia sin legitimidad. Y porque confiamos, como el presidente, en que solo el pueblo puede salvar al pueblo.
Hoy, la historia nos llama a decidir si queremos seguir manteniendo un Poder Judicial lejano, opaco y elitista, o si damos el paso hacia un modelo más justo, más humano y más democrático. Nosotros ya elegimos: estamos del lado del pueblo.
