Las grandes y espectaculares cadenas hoteleras del Caribe mexicano han tenido que doblar las manitas, tras la pandemia del Covid-19, y el factor sorpresa que los ha agarrado como toro por los cuernos los ha sacudido y de que manera.
El pasado lunes con la Nueva Normalidad abrieron 41 hoteles en la zona norte de Quintana Roo, la punta de lanza para que de manera paulatina sigan aperturen más cuartos de hoteles en la joya turística de México.
Los osados han abierto a una capacidad inferior al 15% algo que da lástima, pero del parón de dos meses es algo, con bombos y platillos recibieron a los primeros en pisar sus instalaciones en el reinicio hotelero, al estar sedientos de que arranque la maquinaria económica en el sector.
Para nadie es un secreto que en lo que resta de 2020 el hospedaje será lento, más aún para los empleados de la industria sin chimeneas donde apenas 10 mil regresaron de los más de 80 mil que de manera directa o indirecta realizan actividades esenciales.
La reapertura parcial del turismo, principalmente de la hotelería y servicios turísticos complementarios, marca una nueva manera de atención y de comportamiento, la arrancada ahora es a prueba y error, desde el trato al cliente, la capacitación para la limpieza de albercas, áreas comunes y habitaciones, como nuevo proceder de comportamiento de quien decida hospedarse en un hotel.
Los estrictos protocolos de seguridad sanitaria para minimizar riesgos de contagios durante la estancia de turistas en los destinos del Caribe mexicano, es prioridad número uno, además en los hoteles se eliminó cualquier interacción física durante el registro de los huéspedes, mudando todos los trámites a protocolos digitales desde dispositivos móviles
Sin dudas, el Covid-19 ha obligado a modificar por completo la forma en que se atiende al turismo, y los hoteles han tenido que bajar sus tarifas aún a pesar de resistirse y el cual fuera mesa de discusión por parte de empresarios en abril y mayo pasado.
Ejemplo de ello es el cotizado complejo turístico de Mayakoba de segmento de lujo que ofrece tarifas especiales que jamás se habría pensado, pero con el propósito de lograr una mejora en la ocupación.
El punto es la incertidumbre de quien irá a hospedarse a pesar de las sorprendentes tarifas de esta temporada, es un claro ejemplo de lo frustrante que están los hoteleros que necesitan de alguna manera aunque sea a precios bajos obtener remuneración para poco a poco volverse a levantar.
Quienes puedan aprovecharán el momento de crisis por el que atraviesa el turismo no solo a nivel nacional sino en el mundo, pero muchos otros seguirán soñando, para la mayoría de la población en estos tiempos es un lujo hospedarse, el dinero es prioridad para otras cosas.
Lo que si se puede sacar de todo esto es que ahora los señores acaudalados hoteleros, calcularán mejores sus gastos, el despilfarro con control porque siempre quieren sus arcas llenas y este desplome ha sido un duro golpe y los tiene inquietos.
Gloria Guevara, presidenta del Consejo Mundial del Viaje y el Turismo (WTTC en sus siglas en inglés), comentó que “El 90% de los efectos negativos de esta crisis no serán del contagio epidemiológico del virus, sino de las decisiones derivadas del pánico”, un llamado de alerta que aún está por verse el desenlace.
El sector turístico tiembla, saca cuentas de las reservaciones, si van aguantar abiertos los inmensos hoteles con apenas cinco habitaciones habilitadas, quizás apelen a aquello de “Dios aprieta, pero no ahoga”; además de la vida les dio un giro de 360 grados, los arrogantes y poderosos dueños y alto directivo de imponentes hoteles han tenido que hacer una reverencia ante la humanidad común y corriente porque ahora lo que les importa es que sus arcas comiencen a llenarse nuevamente, luego otro gallo cantará, mientras quien pueda que aproveche para que después lo cuente, pero saque usted sus propias conclusiones, punto y final.