Un día después de la insólita descalificación pública de los gobiernos panistas de la Docena Trágica, que hizo Ricardo Anaya ante una élite panista que no levantó una ceja en defensa de Vicente Fox ni de Felipe Calderón, el muy próspero exgobernador de Guanajuato, el citado Fox, recibió por segunda ocasión a un acomedido (pre)candidato presidencial priista, José Antonio Meade, con quien habló, según la información oficial, para “sumar esfuerzos”.
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Por ese tipo de encuentros con priistas, el expresidente nacional del PAN, Gustavo Madero, emitió una elegante opinión académica en Twitter, “Que (sic) @vicentefoxque tan pendejo!”.
Lo dicho por Ricardo Anaya el día de su destape largamente preparado, no fue tan filosófico como las pocas palabras del chihuahuense Madero.
Más allá de la valoración política, electoral o ética que se tenga respecto al mencionado Anaya, serán memorables los señalamientos hechos por quien dejaba la presidencia del comité nacional panista y es su virtual candidato presidencial:
“En el 2000, cuando ganó Vicente Fox, muchos soñamos con que la derrota del PRI traería todos los cambios anhelados.
Pero seamos francos y hagamos autocrítica de esa circunstancia: no cambiamos el régimen. Un ejemplo que pinta de cuerpo entero lo que digo es el Pemexgate.
Al líder del sindicato petrolero no se le tocó ni con el pétalo de una rosa. Y ese sistema corporativo y clientelar del PRI permaneció prácticamente intacto”.
De la administración de Felipe Calderón, el panista Anaya dijo: “hubo grandes avances, pero seamos sinceros y autocríticos, no cambiamos las estructuras clientelares y corporativas del PRI y quedó intacto el pacto de impunidad.
Se le entregó a Elba Esther Gordillo el control de la educación básica en nuestro País, nombrando a su yerno subsecretario de educación básica”.
Por otra parte, “sin una estrategia clara y eficaz se disparó la violencia hasta alcanzar niveles francamente insospechados, detrás de esa violencia se oculta un enorme sufrimiento y tragedias humanas. Hubo avances sí, pero no cambiamos el régimen”.
El dirigente del sindicato de trabajadores petroleros, senador Carlos Romero Deschamps, era reelegido, en tanto, por otros cinco años para seguir beneficiándose faraónicamente de los huevos de la gallina que según el perito en desastres a conveniencia, Enrique Peña Nieto, ya se murió.
El secretario federal del trabajo, Alfonso Navarrete Prida, le enviaba “mil feliciades (sic)” al citado Romero Deschamps, designado “por unanimidad” de delegados sindicales para tratar de completar tres décadas al frente del negocio. Ah, por cierto, el médico Marco Antonio Navarrete Prida, hermano del secretario del trabajo, es el subdirector de servicios de salud de Petróleos Mexicanos.
La impudicia política, rayana con el humor negro, sigue su marcha airosa a pesar de la difícil situación económica, política y social. Meade, el puro, ha pasado de los rituales dinosáuricos con el priismo, al que busca asemejarse con celeridad de engaño, a las sesiones con la pillería política dizque Verde y dizque Ecologista, que ayer anunció alianza electoral con el PRI y su candidato apartidista, al que extendió certificación de “adoptado”.
Reír, para no llorar: a Enrique Peña Nieto se le está olvidando el español y, en París, emocionado por las “reformas estratégicas” de su sexenio, sobre las cuales pretendió dar “lecciones” en una reunión parisina de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), dijo que México se ha “volvido” un referente para otras naciones (https://goo.gl/A2HE2g ).
En esa misma línea de vacilón involuntario, la esposa del exgobernador de Veracruz, Karime Macías, ha solicitado a la fiscalía de esa entidad que le devuelvan los bienes que fueron requisados en una bodega de Córdova, entre ellos su diario personal en el que anotó la famosa frase de justificación de enriquecimientos de diversa índole:
“merezco abundancia”.
La virtual embajadora peñista en Europa, presumiblemente con sede en Londres, alega, obviamente, inocencia y denuncia hostigamientos.
En el partido Morena fue día de destapes menores, previos al destape por todos tan sabido de Andrés Manuel López Obrador, que se dará este martes de la Morenita.
Para Yucatán y Jalisco, el lopezobradorismo postula candidatos testimoniales: Rogerio Castro a la península (donde el hijo de Emilio Gamboa Patrón se esmera en buscar la candidatura priista, que contaría con todos los recursos económicos necesarios, apá) y Carlos Lomelí a la entidad donde Enrique Alfaro, en alianza con el jefe del grupo de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla, tiene todo para ser el próximo gobernador.
A la tierra natal del caudillo morenista va como abanderado Adán López Hernández, en una pelea cerrada con el perredismo sostenido por el gobernador Arturo Núñez, antaño aliado de López Obrador y ahora en pleito político abierto contra éste. En Guanajuato, la candidata Antares Vázquez tiene prendas personales y posibilidades de un crecimiento que, sin embargo, parece incierto.
Mientras las pasiones electorales se ajustan, los ánimos de golpismo “legal” mantienen su disposición de aprobar la Ley de Seguridad Interior en el Senado, al costo político que sea, a pesar de las múltiples y variadas protestas, nacionales e internacionales, que advierten de los graves riesgos que se corren con esa militarización nada embozada del país.
El ocupante de Los Pinos y los senadores oficialistas juegan al “diálogo”, proclamando que debe escucharse a los opositores a esa ley pero, en los hechos, solo se busca cumplir con el expediente de las “audiencias”, sin cambio alguno en las intenciones de dar un gran poder discrecional a quien ocupe la Presidencia de la República y a los jefes de las fuerzas armadas.
Y, mientras la Secretaría de Educación Pública ha convocado a los trabajadores de la subsecretaría de educación básica a regresar a trabajar al edificio de Reforma 122, dañado por el sismo y sin la confianza de los empleados para “reanudar labores” ahí, ¡hasta mañana!