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29 marzo, 2024

Astillero

El camarada Andrés “Manuelovich”

Fue un jueves pasado por tragicómicas aguas internacionales. Temprano ya estaba armando escándalo el políticamente adolescente Donald Trump, con sus contradictorios juegos de guerra tuitera: México habrá de pagar el muro, con el Tratado de Libre Comercio como rehén y haiga de ser como haiga de ser (“el muro es el muro”) pues, según él, acá está la máxima marca mundial en cuanto a peligro.

Chiquidonald amaneció con necesidad de armar camorra a partir de que el miércoles lo había puesto en entredicho ni más ni menos que su jefe de gabinete, el general John Kelly, quien precisó que México no va a pagar “directamente” por el famoso muro, que los jóvenes llamados “soñadores” (dreamers) podrían quedarse en Estados Unidos y que los entendimientos de Trump han ido variando en materia de asuntos migratorios, pues originalmente había sido “mal informado” y, además, “una cosa es hacer campaña y otra cosa es la realidad”.

Necesitado de mantener su política fundada en el blofear, Trump apenas despertó y ya estaba tirando mandobles por la vía del pájaro azul.

A tal grado que hizo respingar hasta a su representante en México, Luis Videgaray (la embajadora formal de la Casa Blanca es Roberta Jacobson, absolutamente alejada de las maniobras íntimas del entorno trumpero, dedicada más bien a ejercer una suerte de turismo y relaciones públicas inocuos).

Así que el secretario de relaciones exteriores se atrevió a reiterar que México no pagará por el mentado muro y que no es cierto que el nuestro sea el país más peligroso del mundo.

Hasta el candidato presidencial priista, PPMid, se lanzó al ruedo tuitero, con un mensaje en el que puso en mayúsculas un “no”, para darle realce gráfico a su postura de que no pagaremos el multimencionado muro de las (la)mentaciones.

Aún no terminaba Andrés Manuel López Obrador de pitorrearse desde Veracruz de los intentos PRI-calderonistas por vincularlo a una suerte de complot ruso, cuando ya estaba frente a otro balón de fácil pateo rumbo a un gol mediático (al anunciar que él responderá personalmente en las redes sociales, con respeto, pero con puntualidad, cuantas veces Trump ataque por esas vías cibernéticas a nuestro país), lo que a la vez implica un endurecimiento de las de por sí tensas expectativas gringas respecto al desenlace electoral de julio próximo.

A su agenda de berrinches por montar, el tuitero Trump podría añadir el correspondiente a lo dicho ayer por AMLO: “Sin faltarle al respeto, lo vamos a poner en su sitio, lo vamos a hacer entrar en razón. Vamos a respetar al presidente Donald Trump, pero va a tener que aprender a respetarnos”.

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Ha de advertirse que se ha desatado la siembra de minas internacionales contra el tabasqueño que con humor se reconoció ayer como Andrés “Manuelovich” (tal cual lo había motejado Javier Lozano Alarcón, el vocero de PPMid para ocurrencias y pendencias) y ya no “Peje”.

Primero fue el intento de vincularlo con la pinta de bardas con leyendas a su favor en tierras venezolanas, pretendiendo demostrar con tales imposturas que el gobierno de Nicolás Maduro le está apoyando.

Luego vino el episodio fársico del “factor ruso”, del que el tabasqueño se burló en el malecón del puerto de Veracruz al decir que estaba esperando el arribo de un submarino que le traería “el oro de Moscú”.

En sus propias creaciones oficialmente reconocidas, el equipo del candidato presidencial priista no está demostrando originalidad ni creatividad.

En uno de los espots televisivos que ha pautado, se ve a José Antonio Meade en términos escénicos y retóricos similares a los utilizados en campaña por Jean Trudeau, actual primer ministro de Canadá.

Enrique Peña Nieto también anduvo en embrollos internacionales. En su visita oficial a Paraguay se le recibió con estandartes y banderas de tres colores, pero sin el escudo nacional mexicano.

Además, la interpretación del Himno Nacional mexicano fue defectuosa.

Todo eso sucedió en el Palacio de los López, el edificio construido en Asunción por Francisco Solano López Carrillo, quien fue el segundo presidente constitucional de aquella nación sudamericana.

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Las pifias en el protocolo paraguayo hicieron recordar lo sucedido el 14 de noviembre del año pasado, cuando Peña Nieto confundió a Uruguay con Paraguay, mencionando este nombre en el discurso oficial ante Tabaré Vázquez, presidente uruguayo. Así que, ¿errores paraguayos genuinos o dulce reciprocidad de protocolo intencionalmente equívoco?

El virtual dueño del partido Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, impidió ayer al panista Ricardo Anaya, quien se había registrado como precandidato de esa organización que usa el color naranja, que contestara una pregunta sobre AMLO.

 Así dijo Delgado: “permítanme que a partir de ahora, en la estrategia de construcción de un nuevo México, le demos dimensión a lo que significan los comunicados políticos y no la entrevistas banqueteras, en donde se pregunta lo que se quiere”.

Las ruedas de prensa, proclamó, ya no se basarán “en las ocurrencias de quienes responden y tampoco a las ocurrencias de quienes preguntan”.

Posteriormente, el PAN y Anaya se deslindaron de las ocurrencias del “profe” Delgado.

Al meritito estilo Atlacomulco, Alfonso Navarrete Prida ha dejado constancia de que no será un secretario de gobernación imparcial, sino un secretario de la “gran opción” peñista.

Según dijo a reporteros, Enrique Peña Nieto le instruyó para que “el gobierno federal sea absolutamente imparcial con respecto al tema electoral”.

Tan contundente orden ha sido interpretada por Navarrete como una posibilidad de promover las presuntas bondades de seguir viviendo bajo el mando priista. Léase esta perla de Bucareli: “Es un tema de gobernabilidad, y la mejor manera de generar condiciones para que el voto del mexicano se exprese es la mejor manera de hacer ver que esta opción, por la cual el pueblo de México se definió hace seis años, sigue siendo una  gran opción” (nota de Fabiola Martínez en La Jornada: https://goo.gl/ZV3UzH ).

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¡Hasta el próximo lunes!

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