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2 mayo, 2024

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Un día negro para Cancún

Sin lugar a dudas, este miércoles no fue un día cualquiera para los cancunenses.

Jorge Castro palacios

Sin lugar a dudas, este miércoles no fue un día cualquiera para los cancunenses.

Detonaciones de arma de fuego despertaron a los vecinos de la Supermanzana 45, para pocos minutos enterarse de que –tal y como había sucedido apenas hace dos semanas- un sujeto a bordo de una motocicleta acribilló a un hombre en plena avenida, a plena luz del día. Más tarde, la víctima perecería en el hospital por la gravedad de las heridas.

El pavimento se tiñó de rojo mientras el cielo se oscurecía, anunciando una venidera tormenta que la mayoría de los ciudadanos ni siquiera sospechaba. Las aves dejaron de cantar para emitir sonidos de advertencia, como sugiriendo refugio…Sepa usted si sólo para ellas o también para nosotros; sepa usted si fue por la violencia o los pronósticos lluviosos.

Cuando la bóveda celeste dejó de serlo y sus primeros destellos advertían el peligro que se avecinaba, un cuerpo sin vida fue encontrado dentro de un predio en la Región 247; la fetidez de los olores que despedía –y que ayudaron a encontrarlo- parecían una alegoría a lo que minutos más tarde quedaría en evidencia.

Una efímera pero devastadora tromba azotó a Cancún y dejó al desnudo la endeblez a la que día a día estamos expuestos sus habitantes. Las guarniciones tan fracturadas como una sociedad que ya contempla la violencia como algo cotidiano y anuncios tan caídos como el ímpetu de quienes llegaron aquí, algún día, en búsqueda de mejorar su calidad de vida.

La fuerza de la galerna desbarató todo a su paso; la destrucción proyectó translúcido lo frágil que es ya todo nuestro entorno, y que –mientras candidatos se pasean calle por calle, prometiendo mejorías- nuestra ciudad se cae a cientos de pedazos.

Fuimos nosotros testigos de que –ante la más pequeña adversidad- la infraestructura urbana que cada administración se ha comprometido a mejorar, se ha convertido en algo vano y desechable. Tenemos semáforos que dejan de funcionar en el momento menos oportuno; calles que –aseguran- ya no se inundaban, continúan acumulando agua, formando casi aluviones que arrastran todo a su paso y descomponen los vehículos que en éstas franquean en plena tempestad.

Fue habiendo pasado la borrasca y al salir de nuevo el sol, cuando los aspirantes volvieron a sus fiestas ambulantes, vagas promesas y voluntades vacías, con su ya muy marcada postura de “aquí no pasa nada”, mientras todos vimos qué fue lo que pasó.

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