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28 abril, 2024

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Pedir perdón (parte uno)

Como han tenido a bien mencionar algunos de mis compañeros, el señor Ilustrísimo de este país pidió perdón.

Isabel Rodríguez

Como han tenido a bien  mencionar algunos de mis compañeros, el señor Ilustrísimo de este país pidió perdón.

¡Qué palabra tan difícil! Miles de canciones baratas la contienen en sus estribillos, millones y millones de personas las repiten sin compasión diariamente, para no sólo obtener el tan anhelado perdón, sino en muchas ocasiones garantizarse los beneficios deseados, ya sean cuestiones materiales, emocionales y por qué no, algunas veces hasta espirituales.

Pero el referirnos al perdón implica una acción que exige más  por parte del agresor, exige que éste realice una serie de acciones que demuestren que realmente está consternado y que siente que la embarró. Y no estamos refiriéndonos a una contrición de espíritu y ver que su alma sea salva, no. Estamos hablando de que cuando alguien sabe que su acto no fue benéfico a nadie y que sólo cubrió sus intereses, y entonces decide pedir PERDÓN, algo debe hacer obligatoriamente, para que quien escucha la supuesta congoja, de fe a ciencia cierta de que lo hace sinceramente.

Para el caso del Ilustrísimo de esta nación, lo más viable es que nunca hubiera emitido tal palabra, seguramente ahora se convertirá en una mancha más al tigre, y ello no le beneficia, pero por el contrario, si realmente deseara resarcir su daño lo más viable es que venda su propiedad: la llamada “Casa Blanca”, y el dinero lo invirtiera en la construcción de viviendas para gente realmente  menesterosa, y que lo hiciera tan público, ¡qué todo México se entere! Y que asignara las moradas de forma gratuita, sin ningún pago de por medio.

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