Los huracanes han servido para remontar la popularidad de los gobiernos. Por ejemplo, Félix González Canto fue declarado “el gobernador de los huracanes”, como si fuera el título de un héroe.
Él dice que “el mayor éxito de su administración fue la reconstrucción de Quintana Roo” después del desastre natural del 2005. La realidad, sin embargo, fue otra: con los vientos de Wilma, desde el viernes 21 de octubre, se dieron saqueos y después de la devastación, la crisis continuó.
El lunes el presidente Vicente Fox ya estaba en Cancún. Nombró al secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo, encargado de la reconstrucción. La llegada del ejército marcó el inicio de la intervención federal.
Elizondo despachó desde la oficina de Fonatur en Cancún, haciendo las veces de un gobierno paralelo. Hasta el reparto de despensas había quedado ya en manos del ejército.
Las tiendas volvieron a abrir cuando entró el ejército y la Asociación de Bancos puso condiciones similares para proveer de dinero a sus cajeros: “que las fuerzas federales sean las que cuiden nuestro patrimonio”.
El jueves 27, como único dueño de los reflectores, Fox anunció un paquete de medidas para levantar Cancún, bajo la mirada silenciosa del gobernador.
El lunes 31, el escenario cambió y los reflectores giraron. El gobernador ofreció ese día una conferencia conjunta con Elizondo, y ahí Félix González volvió a ser el eje del poder en el estado. Le estaban devolviendo lo que le habían quitado cuando la crisis lo sobrepasó.
Con la recuperación del poder estatal se volvió al viejo sistema de control de medios y entonces, Félix pudo ser convertido, por la prensa, en “el héroe de los huracanes”.
