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5 mayo, 2024

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La violencia y nosotros

La sensación que me produce la información diaria del acontecer general que se puede captar por diferentes medios es de una regresión anímica por lo que podría llamar “incertidumbre del contexto”. El Siglo Veinte se ha conocido como el de “las guerras y las revoluciones” y en sus años setentas y principio de los ochentas la violenta convulsión de esos acontecimientos provocaron la progresiva pérdida de certezas con relación al futuro que vendría.

Armando Tiburcio

La sensación que me produce la información diaria del acontecer general que se puede captar por diferentes medios es de una regresión anímica por lo que podría llamar “incertidumbre del contexto”. El Siglo Veinte se ha conocido como el de “las guerras y las revoluciones” y en sus años setentas y principio de los ochentas la violenta convulsión de esos acontecimientos provocaron la progresiva pérdida de certezas con relación al futuro que vendría.

El cierre de la duda llegó con la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el predominio mundial de las leyes del mercado con el neoliberalismo. Ciclo que da señales de agotamiento apresurado, lo cual me provoca esa misma incertidumbre por el intenso desorden que ofrece el contexto de nuestros días. Pero ya no son guerras de ocupación ni violentas rebeldías libertarias. Es otra cosa muy diferente.

El mundo siempre ha sido un campo de batalla y la violencia permanente que justifica la frase pareció contar en otros momentos con una cierta lógica de repudio social. Lo que sucede ahora me parece más difícil de interpretar en su sentido y dirección a pesar de que los hechos los conocemos “en tiempo real”, o tal vez por eso.

Un francotirador solitario balea a policías en el norte; machacan a una multitud con un camión en el otro lado del océano; se desencadena un golpe de estado un poco más allá o acribillan a un funcionario a unas cuadras de nuestras casas y alguien lo está filmando, fotografiando o transmitiendo casi al momento.

La violencia como espectáculo cotidiano que insensibiliza; algo que no va hacia ninguna parte sino que es nuestro reflejo más nítido en el espejo. La estamos aceptando socialmente y sin tapujos como irremediablemente nuestra. Algo así como adoptar a la violencia como cultura.

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