Suegras, cuñadas y comadres. Mucho hablamos ya en esta su columna favorita de la sorpresa que se ha llevado la población, al ser una persona como candidato y otra como mandatario, de esa metamorfosis que sufren muchos políticos cuando se les cumplen sus sueños y entonces entran haciendo lujo del autoritarismo o de la sinrazón.
Lo que está ocurriendo el Cozumel amerita una entrega aparte, merece una opinión muy especial. Y es que la alcaldesa Perla Tun es el más claro ejemplo de la loba vestida de cordero.
En campaña, la señora fue toda sonrisa, toda amabilidad; recorrió las calles y escuchó a la gente; anotó sus peticiones y se comprometió a seguirlas al pie de la letra, y por ello ganó en la tierra de los tres últimos gobernadores (aunque dicen que el actual es de Mérida, pero con raíces cozumeleñas).
En este sentido habrá que reconocer a Perla Tun que ganarle a Gina Ruiz Chávez no era asunto sencillo, ya que la esposa del ex presidente municipal, Fredy Marrufo, hizo un estupendo papel como presidenta del DIF, además de contar con un gran don de gente.
A la postre Perla Tun cambió, sacó de inmediato todos sus complejos, sus resentimientos, al grado que pareciera que a diario despierta pensando en cómo le va a joder el día a Cozumel y a su gente.
Primero arremetió contra los medios de comunicación, advirtiendo que sólo ella puede dar declaraciones dentro del gobierno municipal y que sólo serán atendidos en conferencia una vez a la semana.
Luego se ha dedicado a despedir a trabajadores del Ayuntamiento, sin importar el tiempo que tienen laborando para el gobierno, para incrustar a gente que desconoce por completo las labores que debe realizar.
Otra más a la que no le han dicho que su puesto tiene fecha de caducidad.
