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12 mayo, 2024

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Falsa realidad (primera parte de tres)

Emocionante ver cada especialidad en los Juegos Olímpicos de Río, observar cuerpos que representan el esfuerzo de años de trabajo, observar la resistencia de maratonistas que controlan la mente por el afán de concluir no importando el sitio en el que entren a la meta final.

Isabel Rodríguez

Emocionante ver cada especialidad en los Juegos Olímpicos de Río, observar cuerpos que representan el esfuerzo de años de trabajo, observar la resistencia de maratonistas que controlan la mente por el afán de concluir no importando el sitio en el que entren a la meta final.

En nuestra ciudad tenemos mucha juventud que se ejercita diariamente en algún deporte, hay un potencial muy rico que se debería de explotar. En muchas aulas de nivel primaria, secundaria e incluso preparatoria, se encuentran estudiantes que practican diariamente y participan de manera frecuente en pequeños torneos, a nivel local y nacional e incluso hay quienes tienen las posibilidades de viajar para celebrar competencias en el extranjero. Interesantemente muchos de ellos llegan triunfantes, exponiendo diplomas y medallas de primeros lugares, mostrándose orgullosos; sus padres invierten no sólo en su formación académica sino que apuestan por sus críos más allá, comprándoles equipos, pagando inscripciones para encuentros y apoyándoles con los gastos de traslados.

Pero, ¿Qué sucede con todo ese potencial cuando se trata de clasificar para unas Olimpiadas nacionales? ¿Dónde queda el esfuerzo de padres y entrenadores?

Podríamos pensar que el número de representantes de nuestro estado y por ende del país debería de ser muy elevado. ¿Qué sucede entonces?

Es verdad que hay muchos factores que influyen en el desempeño de un deportista: el clima, el ánimo, la euforia del momento, las emociones y hasta los colores del día pero, ¿Dónde quedan esos diplomas y medallas que ganan tantos chicos en su edad de escolar? ¿Dónde están todos esos deportistas cancuneneses? ¿Falsa realidad?

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