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26 abril, 2024

Cultura

Las vibras del tenor (Segunda parte)

El Teatro presentaba un lleno total entre locales y turistas curiosos. Muchas personas nos tuvimos que quedar afuera. Poco a poco la gente se fue retirando y yo me senté desconsolado sobre la banqueta frente al inmueble.

Sin haberlo considerado así comencé a escuchar la música de orquesta, los vaivenes de las notas que se elevaban por los aires y en su preciso momento comenzó a llenar mis oídos una portentosa voz que jamás logré imaginar.

La misión de ondas acústicas que salían de un apartado fonador era inmaculada con un brillo, resonancia y tesitura exquisita. Lo más destacable era su potencia, sus cuerdas, su messa di voce (músculos vocales) y su laringe al tracto vocal deberían ser los más efectivos jamás disfrutados. Las ventanas retumbaban, las maderas se quejaban de toda esa energía que emanaba como un volcán activo.

Por otro lado contenían también una dulzura acompañada de un delicadísimo y armónico timbre, resultando en una emisión de perfecta armonía.

Conforme avanzaba el artista me provocaba que cada vello de mi piel se erizara, comencé a balancearme al ritmo de los acordes. Uno de mis pies no podía dejar de moverse. El zapato aventaba de un lado al otro las flojas agujetas.

Poco antes de llegar a su fin Nessum Dorma, a mi cuerpo le costaba resistir lleno de pasión y sometido completamente a la música, escuchaban mis oídos con todo el placer posible las últimas frases del cantante: “Dilegua, o notte ¡¡…Tramontate, stelle , Tramontate Stelle…Allálba´vincero´, vincero, vincero…” mis ojos se llenaron de humedad.

Todo retumbaba afuera del inmueble, así como mi corazón, el estallido de júbilo no se hizo esperar, los aplausos, los gritos eufóricos arremetieron hacia el tenor.

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