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4 mayo, 2024

Mundo

“Cuidado, allí hay mil maneras de morir”

Guatemala.- Era lo más parecido a la Luna que había visto, si es que la Luna realmente es algo así como un páramo desolador. A falta de referencias conocidas, mi cabeza buscaba imágenes vistas en libros o por televisión. La ceniza y las piedras de varias toneladas que habían descendido horas antes por la ladera del volcán de Fuego, en Guatemala, habían sepultado San Miguel Los Lotes, un poblado en el que ni se sabe cuántas personas vivían, y difícilmente se podrá determinar con exactitud cuántas murieron.

La primera noticia que tuve sobre el volcán de Fuego (bravo por quien lo bautizó, pensé en ese momento) fue la mañana de lunes 4 de junio. Y horas más tarde recibía la llamada de la redactora jefe de América Latina de la AFP que lacónicamente me preguntó: “¿Puedes irte esta noche a Guatemala?”. “Claro”, contesté sin procesar la pregunta, más por una cuestión de disponibilidad que de voluntad, por lo que las preocupaciones no tardaron en llegar.

“Cuidado, allí hay mil maneras de morir”, me escribió un amigo desde España cuando le dije que me iba a cubrir la tragedia. No le faltaba razón al colega. Guatemala tiene uno de los índices de homicidios más altos del mundo y en este país centroamericano los cuatro elementos de la naturaleza se ceban con furia, ya sea por los efectos de los fuertes aguaceros que caen entre mayo y noviembre, y que provocan deslaves y desbordamientos de ríos, por terremotos o incluso huracanes, aunque esta vez la tragedia la provocó un volcán.

Hace medio año dejé España para trabajar en la oficina de la AFP en Uruguay, por lo que mis conocimientos sobre desastres naturales, y de vulcanología especialmente, son bastantes limitados. Lo más desastroso que había visto hasta entonces sucedió en agosto del año pasado en el centro de Barcelona y fue obra del ser humano, con un ataque yihadista.

En un intento por prepararme para la tragedia del volcán de Fuego estudié mapas de la zona y traté de descifrar qué es el flujo piroclástico y cómo es posible que hubiese sepultado la vida de decenas de personas. En mis búsquedas apareció el Vesubio y quedé absorto leyendo sobre Pompeya.

Aterricé el martes con la misión de llegar a la zona cero y hablar con los afectados, pensando que lo primero sería más fácil que lo segundo. Pero Guatemala se apresuró a desmontar mi idea preconcebida.

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