POR MARCO ANTONIO TOH EUAN
La importancia de mencionar a las niñas en el discurso de los derechos fundamentales no es sólo un tema de moda ni de lenguaje incluyente (tema que hablaremos otra ocasión) sino que tiene alcances de interpretación teleológica basadas en la desigualdad histórica y estructural a la que las hemos subordinado en el plano de sus derechos: entre otras, la más importante, la doble vulnerabilidad que viven a diario desde el enfoque de género y la interseccionalidad como factor multi vulnerante (ademas de ser niñas, la situación de pobreza, identidad indígena, acceso a la salud, discapacidad y estereotipos culturales que introyecta el machismo).
Es por ello, que el 11 de noviembre de 2011, la Asamblea General de Naciones Unidas designó por medio de la Resolución 66/170 como el Día Internacional de la Niña para reconocer las desigualdades sustanciales que cimientan el terreno para las violaciones a sus derechos humanos relacionadas, con el derecho a una infancia sana y segura, alimentación, plan de vida, educación y toda una gama de derechos-libertades.
Repensar estas discriminaciones (y desigualdades) desde los entornos, espacios y ámbitos hace posible concientizar y empatizar la promoción de este día conmemorativo como una fecha para visibilizarlas: la educación (formal e informal) sexista que construye un machismo y una misoginia latente, los techos y laberintos de cristal forjados para el mundo laboral de las mujeres desde la niñez y adolescencia, la apreciación de los roles familiares y de pareja ligados a la violencia y maltrato infantil. Todo ello multiplicado por dos: una niña o una mujer adolescente es propensa al doble de sufrir violaciones a sus derechos humanos.
