Vivir en un país violento como México no es una situación sencilla para nadie (hombres y mujeres), sin embargo, cuando eres mujer las cosas son más complicadas y es que durante la infancia, la adolescencia y siendo adultas escuchamos mil y un advertencias, disfrazadas de “recomendaciones” o “consejos” para no hacer ciertas cosas.
El objetivo es siempre el mismo: provocarnos miedo para que no nos busquemos problemas.
“No andes sola por la calle, sobre todo si es de noche”, ese es uno de los más grandes “consejos”, pero cuando se usa para responsabilizar a varias mujeres que han sufrido agresiones justamente por la noche te das cuenta de que, en realidad, no lo es.
La gran mayoría de los “consejos” solo sirven para justificar que cualquier cosa que nos pueda pasar es culpa nuestra; mientras que esto NO DEBE SER ASÍ.
Si sufrimos una agresión, una violación o un feminicidio, a manos de un extraño o un conocido, en la calle o en tu casa, después del nefasto hecho vendrá el cuestionamiento ¿por qué a las mujeres buenas, no les pasa nada malo?, y es que entonces, ¿debemos encerrarnos?.
Como padres de familia tenemos la obligación y responsabilidad de la formación de nuestros hijos y dentro de la educación se debe eliminar la desigualdad de género y las conductas que puedan atentar contra los derechos y la dignidad de las mujeres.
Cuando a uno la violencia basada en género le ha tocado, y la violencia del país también, se descubre que no es lo mismo estar en la escala de ser mujer a la de ser hombre.
Tenemos miedo, nuestras actividades diarias están cambiando de manera obligatoria, no poder salir a hacer ejercicio, a comer, al cine, no queremos salir a realizar entregas de nuestros emprendimientos por miedo a no regresar a casa.
¡Nos queremos vivas!
