Rogelio Jiménez Pons tiene espantados e intrigados a los ambientalistas y hoteleros, por los constantes cambios en el proyecto del Tren Maya, y los resultados que al final dará, pero si cumple la maravilla que presentó en el Tianguis Turístico de Mérida, habrá que elegirlo presidente.
Los primeros insisten en la devastación de junglas y especies animales, y los segundos entraron en pánico por el anuncio de la SEDATU de que expropiará los terrenos de cadenas hoteleras en la costa quintanarroense.
En riesgo de afectación estarían alrededor de 40 complejos, grandes y pequeños.
Según el titular del Fondo Nacional de Fomento al Turismo, no será necesaria la expropiación “en todos los casos”, porque algunos lotes los usarán temporalmente.
No mira él motivo de preocupación.
Muchos miedos, resistencias y múltiple expectación, pero el presidente López Obrador, sin vacilar, ha dado su apoyo total e incondicional, en el ánimo -ha dicho- de impulsar el desarrollo de las regiones más pobres y marginadas del Sureste y de la Península de Yucatán.
Él personalmente -lo hizo hace unos días- supervisa la construcción de los 7 tramos del trayecto de 1,500 kilómetros de la obra.
De gira en Cancún, afirmó que no hay Plan “B”, que la 4T cumplirá, y que el ferrocarril iniciará operaciones en 2023.
Le faltó decir llueve, truene o relampaguee.
En el Tianguis, FONATUR mostró el diseño distintivo de interiores y exteriores del modelo de tren, y la verdad es que no le pide nada a los de España o Europa.
Se proyectaron espectaculares estaciones con motivos alusivos a la diversidad culturas de las zonas -de 4 estados- por donde pronto correrá.
No faltaron símbolos prehispánicos como el jaguar sagrado o la piedra turquesa de los penachos de los jefes aztecas.
Hasta en la astrología y arquitectura mayas se inspiró Jiménez Pons.
“Nice”, puso una influencer.
Todo fantástico: solo falta esperar a ver lo que realmente entregará Rogelio.
