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diciembre 05, 2025

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¿Por qué nos quedamos en la vieja estación de vida?

¿Por qué nos quedamos en la vieja estación de vida?

     “Si no cambias, te puedes extinguir” –Spencer Jonson

Los porqués son el corazón de nuestras decisiones. Simon Sinek sostiene que las personas y organizaciones solo se transforman de manera genuina cuando saben responder al “por qué” hacen lo que hacen. Sin embargo, muchos siguen anclados en su vieja estación de vida, atrapados en rutinas y patrones que ya no les permiten crecer. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué somos ciegos y resistentes a entrar al disfrute de lo nuevo que trae a nuestra vida el cambio?  Por otro lado, el psicólogo cristiano Larry Crabb Jr. En su libro el arte de aconsejar bíblicamente en el capítulo tres y cuatro también se enfoca en el por qué o motivaciones, es decir ¿por qué hacemos lo que hacemos?

Primero, porque el miedo paraliza. Cambiar de estación implica dejar lo conocido y aventurarse a lo incierto. Israel, en el desierto, prefería recordar las ollas de Egipto antes que confiar en la provisión de Dios (Éxodo 16:3). El apego a lo viejo, aunque opresivo, resulta más cómodo que caminar hacia lo nuevo.

Segundo, porque confundimos identidad con pasado. Nos convencemos de que “así somos” y que nada puede alterarlo. Nuestros refranes populares como “árbol que nace torcido jamás su tronco endereza” aunque esto buscan justificar la resistencia al cambio, nos abrazamos en esos falsos aprendizajes, este errado saber también lo escuchamos en los pegajosos ritmos musicales como “Soy así, así nací y así me moriré con todos mis defectos, ya lo sé. Nunca te engañé, nunca te mentí, nunca lo negué…” Sin embargo, la Escritura nos recuerda que en Cristo “las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Nuestra identidad está en lo que Dios hace en nosotros, no en lo que hicimos o dejamos de hacer. Nuestros fracasos no nos definen, sino su gracia ofrecida en la cruz del calvario.

Tercero, porque falta propósito. Cuando no sabemos el “para qué” de nuestra vida, terminamos girando en círculos, ocupados en lo mismo, en lo viejo, pero sin dirección. El apóstol Pablo lo expresa con fuerza: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). Quien tiene un “por qué” o razón suficiente para proseguir no lo frena ninguna adversidad, sino que su situación lo usa como resorte para impulsarse al cambio y al nuevo disfrute que trae su mañana.

Pensamiento para el bolsillo: No avanzamos porque no hemos definido nuestro porqué. El cambio comienza en el corazón antes que en las manos.

Desafío práctico: Pregúntate hoy con honestidad: ¿cuál es mi por qué? Escríbelo, ora sobre él y compáralo con la misión que Dios te da en su Palabra. Solo entonces podrás dejar atrás la vieja estación y subir al tren del propósito eterno.

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