POR SAMUEL CANTÓN ZETINA
El arribo de Adán Augusto López Hernández a Gobernación colisionó de lleno la sucesión presidencial.
El Gobernador de Tabasco hasta la semana pasada, repetidamente ha sido llamado en público “hermano” por el presidente López Obrador.
De ese tamaño es la afinidad.
Sin duda, las prisas con que Adán llegó a Bucareli tuvieron la clara intención de impedir que Ricardo Monreal impusiera presidente de la Mesa Directiva en el Senado.
López Hernández fue oficializado por AMLO el jueves, Monreal revelaría el viernes a cuál senadora eligió.
Pero la decisión de Obrador va mucho más allá, porque no solamente se le sabe distanciado del zacatecano sino que a éste se le vincula políticamente con Marcelo Ebrard.
De hecho, existe la hipótesis de que entre los dos propiciaron la derrota electoral de MORENA en media Ciudad de México, y que fueron “acusados” por Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional.
Lo cierto es que desde los gritos de “¡presidenta!” “¡presidenta!” para la Jefa de Gobierno en la celebración del tercer aniversario del triunfo de la 4T, la sucesión del paisano se tensó al máximo entre los punteros.
Luego vino la tragedia del Metro, y el desesperado intento por sacudirse culpas tanto del canciller como de la gobernadora.
Al final -registraron las encuestas de preferencias- el más afectado fue Ebrard.
Bajo esa perspectiva, el relevo en SEGOB únicamente puede significar dos cosas: que Marcelo y Sheinbaum ya no están solos en la carrera por la candidatura, aunque falta ver si lo que “crecerá” López Hernández le alcanza para disputarles la nominación.
O bien confirmando la idea de que el presidente (toda la estructura del movimiento, pues) muestra inclinación por Sheinbaum, Adán se sumó al grupo para apuntalarla y contener con mayor contundencia el presunto frente de Ebrard y Monreal, y en el que incluso se hacía al líder guinda Mario Delgado, que de acuerdo a fuentes cercanas al mandatario, ya habría tomado distancia de ellos