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diciembre 05, 2025

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Más vida, no más edificios

Vivimos en una época en la que muchas ciudades parecen medir su progreso por la cantidad de edificios que levantan o la velocidad con la que crecen sus horizontes de concreto y cristal. Sin embargo, esa visión es incompleta y, muchas veces, insostenible. El verdadero reto de nuestro tiempo no es construir más metros cuadrados, sino garantizar que dentro de ellos se respire vida, salud y dignidad.

Cuando decimos que el futuro de nuestras ciudades no está en tener más edificios, sino en tener más vida, hablamos de poner en el centro de las decisiones urbanas a las personas y al medio ambiente. Una ciudad viva es aquella que no expulsa a sus habitantes, sino que los acoge; que no contamina sus ríos, sino que los rescata; que no destruye áreas verdes, sino que las multiplica.

En Quintana Roo tenemos la oportunidad de ser ejemplo. Aquí, donde la selva se encuentra con el mar, sabemos que la riqueza más grande no está en el concreto, sino en la naturaleza. Nuestra gobernadora Mara Lezama lo ha dicho con claridad: la justicia social también significa justicia ambiental. Y ese principio debe guiar la manera en que planificamos el crecimiento de nuestras ciudades.

No podemos seguir repitiendo modelos urbanos que ya demostraron ser insostenibles. Ciudades sin árboles, sin parques, sin espacios comunitarios, terminan siendo ciudades enfermas, donde las personas se desconectan entre sí y con su entorno. En cambio, cuando apostamos por corredores verdes, movilidad sustentable, techos solares y espacios públicos vibrantes, generamos comunidades resilientes, saludables y con futuro.

La modernidad no se mide solo en rascacielos. Se mide en la calidad del aire que respiramos, en la seguridad de nuestras calles, en la capacidad de los niños para jugar en espacios libres y en la certeza de que nuestros ecosistemas seguirán vivos para las próximas generaciones.

El compromiso que tenemos desde la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente es claro: construir ciudades humanas, no solo ciudades grandes. La planeación urbana del futuro debe abrazar el concepto de vida plena, donde la sostenibilidad no sea un accesorio, sino la base de todo desarrollo.

Nuestro legado no será cuántos edificios dejamos construidos, sino cuánta vida logramos preservar. Esa es la verdadera medida de una ciudad próspera: no su altura, sino su vitalidad

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