La oscuridad no es solo la ausencia de luz: es la falta de certeza. Cada apagón que golpea al estado apaga también ventas, empleos y reputación.
Por eso las cámaras empresariales exigen a la CFE una inversión urgente.
No se trata de polémica, sino de sentido común: sin energía confiable, no hay turismo competitivo, ni industria que planifique, ni emprendedor que aguante otra noche con plantas ruidosas y costos que asfixian.
Quintana Roo creció más rápido que su cableado.
Hoteles llenos, fraccionamientos nuevos, comercio 24/7… y una red diseñada para un ayer que ya no existe. Cuando la demanda se dispara por calor extremo o temporadas altas, llega el parpadeo: equipos dañados, alimentos perdidos, huéspedes molestos, operaciones detenidas. Para un destino que vende confianza y experiencia, la intermitencia es veneno.
Invertir no es un lujo: es blindaje.
Se necesita modernizar subestaciones, ampliar líneas de transmisión, crear redundancias y acelerar generación cercana al consumo.
Hay espacio para soluciones mixtas: parques solares con almacenamiento, microrredes para hospitales y aeropuertos, incentivos a la eficiencia y contratos de respaldo que reduzcan picos.
Cada peso invertido en confiabilidad evita pérdidas millonarias después.
El mensaje a la federación debe ser firme y cooperativo: CFE, municipios y gobierno estatal pueden articular un plan con calendario, metas públicas y vigilancia ciudadana. Transparencia para que el dinero llegue donde urge; priorizar Riviera Maya, Cancún, Tulum y los polos industriales; y mantener mantenimiento preventivo, no solo apagar incendios cuando truena el transformador.
También toca hacer lo propio: regular el cableado caótico en colonias, ordenar conexiones irregulares y promover que negocios adopten gestión de demanda y respaldo eficiente.
La certeza energética es un pacto: el sector público garantiza infraestructura y el privado opera con responsabilidad.
Los apagones envían la peor señal a los inversionistas: imprevisibilidad.
La respuesta correcta es una sola y es inmediata: invertir. Porque sin luz no hay crecimiento, y sin crecimiento se apaga el futuro que miles de familias construyen cada día en Quintana Roo.
Este es el momento de encender una agenda común: energía segura, tarifas justas y planeación seria.
Que el próximo verano nos halle preparados, no rezando por la luz. Quintana Roo merece una red a la altura de su gente y sus sueños.