En una acalorada mañana, más por el asunto a tratar que por el clima, quien lideraba la sesión, así como se jactaba de haber tomado la decisión en cuestión y defendiendo que había sido lo mejor, momentos más tarde también se quejaba de lo difícil que había sido el proceso, de las largas horas de trabajo y sobre todo el desvelo que había implicado, con un dejo de que se sintiera consideración o latina por lo sufrido que era el escenario y que al final de cuentas, se habían salido con la suya, como coloquialmente se dice.
Esas son las mieles del poder, al tomar decisiones casi siempre convenientes para algunos cuantos, con voz fuerte y convicción implícita en el tono y velocidad de la voz, expresaba uno de los asambleístas, así es y aun así, eso no significa que se garantice el triunfo, pero también son las hieles del poder, y es extraño que se venga a decir que sufrieron mucho al desvelarse por las largas horas para debatir y tomar decisiones, cuando ni siquiera se toma en cuenta otras voces con otras opiniones, así que sugiero que saboreen lo dulce y lo amargo de la miel y la hiel, que al tener el poder se debe degustar y al ejercer el poder se debe asumir.
Claro está y no es para menos, lo difícil que será aceptar y reconocer que alguien se ha equivocado y se defenderá con argucias y pifias una realidad que por sí misma habla y se hace presente; los resultados son inevitables y tarde o temprano el que la hace la paga, que, dicho sea de paso, al interior de un partido como el de Acción Nacional, se requiere renovar el espíritu de la mística que da identidad, de los principios que dan fundamento y cimiento y de las causas que dan la fortaleza y ánimo para continuar.
Al acercarse el fin del periodo de la presidencia de un comité municipal o estatal, al haber obtenido los menores números en espacios, o más bien una diputación plurinominal y los resultados más bajos en mucho tiempo, las mieles del poder echan alas y las hieles se mudan al paladar, las lealtades se vuelven camaleones, la obediencia se queda sin tímpano, la eficiencia, si es que la hubo alguna vez, se desmaya y las agendas individuales o de grupos, se imponen.
Al llamado de renovarse o morir, también se hace un llamado a quienes aspiran a dirigir y sin mucho pedir, pero hace mucha falta, a liderar, que caminen de brazos abiertos hacia la militancia y hacia la sociedad, que escuchen más que oír y que observen más que ver y lleven lo mejor que tengan al servicio del instituto político y si no tienen nada bueno que ofrecer, que prevalezca la sensatez, no se piden rostros nuevos y de revistan sino VALORES NUEVOS y fortalecidos, porque las mieles y las hieles del poder, tarde o temprano llegarán y hay que saber degustarlas en su justa dimensión.