Gobernar puede ser desastroso si no se sabe gobernar y para cuidar los resultados de una gestión hay varias vías probadas y comprobadas y hay varias sugerencias de estudiosos que ofrecen alternativas para alcanzar los objetivos planteados, pero sobre todo para lograr sacar adelante a un pueblo que depositó la confianza a través del voto.
Para llegar al poder se pasa por una serie de pruebas y filtros que van depurando las alternativas, porque muchos son los que suspiran, unos cuantos los que aspiran y menos los que compiten para que se elija a uno y en este proceso se va acompañado de familiares, amigos, aliados, convencidos y otros más que se suman en el camino de pendiendo las estrategias y los valores de cada contendiente; podemos encontrar la demagogia, manipulación, persuasión, convicción o la única opción sino que la menos peor como dirían algunos.
Una vez en el poder es donde se encuentran los momentos de verdad, donde se ve, de que esta hecho el proyecto y el sujeto y el equipo que le acompañó y el equipo que le acompañará para gobernar; y es justo ahí donde se debe tener claridad, si se integrará un equipo con amigos, con leales o con capaces; lo ideal sería que en una persona se encontraran esas tres características, pero difícilmente sucede, aunque puede haber sus excepciones.
Dice un dicho que “El poder corrompe” y ante esa afirmación, probablemente ni el amigo ni el leal superarían la prueba, quedaría la duda acerca del capaz, del que con sus habilidades y conocimientos pueda aportar técnica y profesionalmente lo que se requiera para lograr indicadores positivos y alcance de metas.
La teoría dista de la practica en algunas ocasiones y al que preside se le llamaría a privilegiar el bien mayor en un ánimo de hacer efectivo su mandato, de gobernar con los mejores más que con los amigos, de conformar un equipo que cuente con las habilidades, capacidades y conocimientos que le permitan resolver con un enfoque institucional y de servicio, eso marcaria la gran diferencia