“Merezco abundancia” repetía en su diario, como un mantra, Karime Macías de Duarte, la más pública de las “primeras ladies”. Merezco, merezco, merezco algo mejor que este estúpido, que este hombre, que este gobernador, que este mandatario.
Merezco, parecen rezar en su personal rosario todas las madrugadas, para poder emprender, al día siguiente, una jornada más de su menguado poder que sirve más para las páginas de sociales mientras ambiciona ser “la gobernadora”; la que verdaderamente manda, más allá que el trato al que obligan a sus subordinados.
Merezco. Obtengo a través del DIF.
Porque una vez vencida la “flojera de exprimir el DIF”, como testimonian los escritos de Karime, se obtiene dinero. En comisiones, en negocios, en pretexto para comprarse más y más ropa, para salir fotografiada como “dadora”, como esa “hada buena” que puede acercar una silla de ruedas al necesitado contando, en su interior, cuánto dinero le quedó en su cuenta bancaria. Con total impunidad.
¿Es pago suficiente a tantas humillaciones?
La vida en Londres de la señora Karime Macías, intocada por las autoridades, parece indicarlo así.
Paga el haber tragado sapos ante la ausencia del marido; la cercanía de la amante en turno; los rumores de sus otras casas; la lata que significa acompañarlo a reuniones donde otras esposas hablarán de tratamientos faciales, y viajes secretos al extranjero de compras.
Toda esa capacidad, ese talento para “gobernar” que debe ser mantenido en lo oculto, negado a perpetuidad, ¿no les habría alcanzado para llegar ellas solas al poder? Esa es la gran pregunta frente a las “primeras ladies”. ¿Por qué decidieron que esa fuese su vida, negando toda realización personal en el plano emotivo, aceptando ser la esposa relegada a cambio del espejismo del poder, del dinero, casi siempre mal habido?
¿Por qué no decidieron, en su día, perseguir su propio personaje? ¿Por qué no ambicionaron su propio protagonismo? ¿Por qué no imaginaron una vida donde todo fuese posible?
¿Eran ladronas, corruptas, inmorales desde siempre? Son muchas “primeras ladies” las que han obtenido un manto protector a perpetuidad. Son muchas las que hemos padecido en toda la geografía del país.
Por eso hay que festejar la decisión de Beatriz Gutiérrez, la esposa del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Que permite, empuja para utilizar bien el idioma español, que el DIF vuelva a ser parte de una dependencia de gobierno, con controles sobre el presupuesto, con metas de eficiencia ciertas, cumpliendo con los niños y la población vulnerable.
¿Qué quiere la señora López Obrador? Lo mismo que millones de mujeres que han estudiado, que tienen una profesión, que tienen una personalidad propia, que saben cuál es su sitio en el universo: Ser ella misma. Derecho, privilegio que debemos respetarle.
¿Qué es ser ella misma? Ha sido muy precisa, seguir siendo esposa, madre, investigadora, maestra, escritora. Seguir siendo. Que se oye como lo más ambicioso a imaginar dentro del mundo del poder. Se lo merece. Y, sobre todo, nos lo merecemos millones de mexicanos que hemos sido agraviados por las “primeras ladies” en turno.
Que sea para bien de la República, como se decía antiguamente…
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