Cada día los vuelos a Chetumal vienen llenos de personas ansiosas de conocer la capital del Estado, de hacer un “turismo” diferente. Cada vez es más común escuchar relatos de viajeros que estuvieron en la capital y sus alrededores, en Bacalar, en las zonas arqueológicas, en Majahual.
Sin embargo, al subsecretario Simón Levy no le gustó vivir aquí. Tal vez, encontró a Chetumal muy pueblerino para su vida “sofisticada”. Lo cierto es que a pocas semanas del anuncio de su traslado, con la oficina a cuestas, renunció.
Existen dos versiones sobre sus razones “personales”. La que, seguramente, difundió su equipo y que habla de desencuentros con su jefe, de una renuncia aceptada por el primer mandatario e incluso de una nueva posición oficial por anunciarse. Lo que suena a fantasía. La otra versión parecería más real, una campaña orquestada contra Miguel Torruco de la que fue avisado el primer mandatario.
Torruco, no olvidar, es cuate hace muchos años de López Obrador.
El tema del Turismo no marcha tan bien como se pudiese esperar. Hay que reconocer bajas en el flujo de viajeros que recibe el país, comenzando por Quintana Roo. Sin embargo, poco de esta realidad puede adjudicársele a Torruco. Lo cierto es que, por instrucciones de su jefe, canceló en los hechos la promoción oficial, donde había muchos intereses y mucho dinero en juego.
Y no ha ayudado a convencer al presidente de que haya dinero, 125 millones de dólares le pidieron los empresarios en el pasado Tianguis Turístico, para este rubro.
¿Qué papel jugaba Levy? Obviamente no el de la sumisión, tampoco el del segundo plano para decirlo amable en que viven los “subsecretarios”. Que no parecen, además, trabajar con independencia de su jefe directo. ¿Regresará? No lo creo.
Otro que se nos va de Chetumal. Otro funcionario federal que como a algunos funcionarios locales no les gusta vivir en Chetumal… otro que no entendió la calidad de vida de la capital del Estado. Otro que no entendió, punto.