La señora Sánchez Cordero, con su uniforme de ancianita inofensiva, se metió en un costal de alacranes por su propio gusto. Rompió todas las reglas políticas con sus declaraciones y reculamientos. Ventiló a su propio equipo, desafió al Presidente, y se atrevió a ratificarse en su puesto por la extrema confianza que le tienen.
Es, definitivo, un récord muy difícil de vencer. Ella solita. Sin ninguna necesidad.
Y, sobre todo, abrió frentes de desgaste para el Presidente.
Ella provocó preguntas imposibles de responder: ¿El primer mandatario sabía de las “reuniones” con grupos armados y/o autodefensas? ¿En la Secretaria de Gobernación no consultan, informan, piden autorización al Presidente? ¿Si el programa era bueno, de “buena intención”, por qué detenerlo?
No son las únicas interrogantes.
Además de los infinitos cuestionamientos sobre el verdadero papel que desempeña, con inmensa soberbia, Ricardo Peralta, queda la pregunta del origen de los recursos para el parque agroindustrial en Michoacán. El mismo que con lujo de reflectores Peralta puso la primera piedra, justo sobre un terreno que pertenece supuestamente a un criminal.
¿Se dedica la Secretaría de Gobernación a programas sociales?
No hay forma de encontrar un ángulo positivo a la crisis que artificialmente se vivió la semana pasada. Y que, entre muchos negativos, puso en la mesa de discusiones acciones del gobierno a favor de criminales, de personas que actúan fuera de la Ley, de los mismos que secuestraron a militares y recuperaron armas de gran calibre.
No es suficiente que Andrés Manuel López Obrador lo haya negado. Porque a continuación de la “instrucción” magnificada ante medios para que Peralta se comportase dentro de las leyes, de lo que dice la Constitución, vino una respuesta enérgica, agresiva, a la defensiva del Subsecretario. Y con sus palabras dio espacio a la duda de si actuaba con órdenes superiores.
En lo personal, no lo creo. Ricardo Peralta llegó a la Secretaría de Gobernación a manipular a la Secretaría Sánchez Cordero que se pasa la vida “conversando” que quienes la “visitan”. Y se asumió en el “gran negociador” para sus fines políticos futuristas. En este personaje que viene de los submundos de la entonces Procuraduría hay demasiada ambición.
¿Por qué Sánchez Cordero hizo las declaraciones que iniciaron el problema? ¿Por qué llevó a los medios a cuestionar estas “negociaciones” que debieron hacerse en el más estricto sigilo? En los meses de este gobierno la señora se ha señalado como la peor comunicadora, entre muchos que no entienden el valor del silencio. Parecería que no tenía de qué hablar, que su afán de dar entrevistas banqueteras la llevó a hablar sin pensar.
¿Qué sigue? Sería gravísimo que se insistiera en negociaciones, de cualquier tipo, con grupos fuera de la Ley. Con el agregado del justificado enojo de los gobernadores.
Y, por último, las declaraciones de lo “firme” que está doña Olga en su puesto suenan a esposa que ya recibió la notificación de divorcio…