En un país en que cada año llegamos a una cifra “récord” de asesinatos, en que hablamos de un promedio, 2019, de 78 crímenes violentos cada día. En un país en que todos, millones de mexicanos, hemos sido víctimas de la delincuencia o conocemos a alguien que lo ha sido, es fácil convertirse en “voz” de las víctimas. Y si a esta, devastadora, realidad le sumas el horror del secuestro, podemos llegar a historias tan monstruosas como la de la señora Wallace.
Una mujer madura que se hizo famosa por buscar a su hijo secuestrado. Todos los elementos necesarios para crear un personaje que despierte la mayor solidaridad social. Una mujer que alzaba su voz contra los secuestradores y que terminó lucrando con esto.
Durante los dos sexenios anteriores vimos como la señora Wallace, además de haber sido candidata para el gobierno de la Ciudad de México, acaparaba espacios en medios de comunicación, daba a conocer cifras de secuestro, se convertía en “juzgadora” de los gobiernos estatales y de las autoridades federales.
Lo que muchos no sabían es que este “trabajo social” estaba financiado por el Estado. Que la señora recibía muchos millones de pesos del presupuesto público.
Y ahora resulta, según las declaraciones de su primer marido, que ni siquiera existieron elementos científicos para establecer que su hijo “secuestrado” haya sido asesinado.
A la vez que surgen testimoniales de que ella ordenaba que “torturaran” a presuntos secuestradores detenidos.
¿Por qué hemos podido permitir que estas personas, porque la Wallace no es la única, lucren con su dolor, o con la mentira de su dolor? Porque nos sobran víctimas. Porque los gobiernos han sido omisos o incapaces para confrontar la violencia. Porque las instituciones de seguridad han necesitado de voces supuestamente “autorizadas”, pertenecientes a la sociedad civil, con credibilidad por haber sido víctimas, para darles un aval.
Un juego perverso que la realidad de la Wallace ha sacado a la luz. Una historia digna de la peor ficción policial donde las autoridades estaban a su servicio. Las autoridades federales inventando pruebas de un asesinato que no fue. Suplantación de ADN a sabiendas… porque la muestra de sangre, el ADN, no puede pertenecer a un hijo que es de otro padre, según declaración personal de éste.
¿Y la consecuencia de los supuestos culpables en la cárcel, sentenciados?
Hay un horror consentido. La creación de un monstruo para inventar una imagen. La utilización de la Ley como un pedazo de trapo sucio.
Lo peor, lo peor de lo peor, es que Genaro García Luna es, ha sido el mayor, el mejor experto en la investigación de secuestros que ha existido en nuestro país. Es decir, que no había necesidad de crear estos monstruos, de desvirtuar investigaciones… y que la responsable de todas estas puestas en escena goza de cabal salud y espacio en Televisión.
Ojalá que la apertura de la cloaca de la Wallace nos pueda llevar hasta la verdadera responsable…