El sargazo que arriba a nuestras playas es como un castigo divino. Y recogerlo, como una penitencia a todos nuestros pecados.
Un ejercicio, además, de humildad frente a la naturaleza. Porque no importa cuánto sargazo levantemos de las playas, al día siguiente, esa misma noche, vuelve a tapizarlas.
¿Qué vamos a hacer?
Quiero creer, entender, que se están haciendo todos los esfuerzos al respecto. No obstante, el tema no es local, no nos pertenece del todo. Porque Quintana Roo aporta un porcentaje muy alto de los ingresos nacionales por turismo. Y corresponde a la federación cuidar esto.
Las reservaciones de diciembre, las del año próximo se verán afectadas por las playas donde no es posible caminar o, siquiera, nadar. Y frente a eso necesitamos mucho dinero y mucha imaginación.
Detener al sargazo es el reto más grande a imaginar. Porque no podemos, ni nosotros ni los visitantes, aprender a vivir con éste.
Curiosamente, hablamos ya de penitencia, según investigaciones publicadas, el sargazo crece en nuestras playas por los residuos orgánicos que existen. O sea, porque hemos contaminado nuestros mares tirando desechos orgánicos… vaya paradoja.
Nuestras plantas de tratamiento de aguas no están funcionando como deben.
Contaminación. No podemos decirlo de otra manera.
Este sargazo, además, según Nancy Cabanillas, está matando las langostas en Mahahual, para preocuparnos.
Ya se habla de una necesaria declaración de emergencia. De que el gobierno federal entienda que le afecta lo que nos está pasando con la llegada de esta alga. Se necesita dinero para quitarla, desde el mismo mar, y mucho más dinero para investigación para saber lo que debemos hacer con este sargazo. Porque enterrarlo no es la solución.
El sargazo seguirá llegando. Es una penitencia que pone a prueba nuestras capacidades. Y que debe hacernos pensar en la responsabilidad que tenemos para con la naturaleza, porque todo lo que hacemos mal se nos devuelve… Tal vez todavía sea tiempo…
En Tuiter: @isabelarvide Blog: CambioQRR.com