A Carlos Joaquín le tocaron tiempos muy difíciles para gobernar.
Sus antecesores, todos, tuvieron una placidez que a la distancia se antoja imposible. Incluso cuando hubo huracanes, los gobiernos resultaron fortalecidas, no tuvieron víctimas, dieron ejemplo de organización.
Todo fue tan fácil, que prefirieron la frivolidad. Al menos en lo inmediato. Nada de qué preocuparse, y mejor ni hablemos de terrenos.
El gobernador Joaquín gobernará los siguientes tres años, últimos de su mandato, con un Congreso de oposición. Conformado, además, por personas que tienen muy remota idea de las leyes o de la realidad de Quintana Roo. Ha atestiguado la caída, estruendosa, de los dos partidos políticos que estuvieron en su boleta electoral.
Y, la pesadilla inimaginable, le tocó el sargazo. No solamente las toneladas de alga que llegan a las playas, sino la posición presidencial de que no es un problema grave.
Junto a esto, la otra plaga horrenda: la violencia.
Carlos Joaquín ha sobrevivido a esto. Ha inaugurado una nueva forma de gobernar contra todos los presagios, confiando en su sentido común, trabajando. Y “ahí la lleva”. Que, a estas alturas de los problemas, es mucho.
A su manera. Que va de las maratónicas sesiones de platicas en distintas poblaciones, donde escucha todo tipo de quejas y peticiones, hasta el peregrinar en eventos públicos como los de la semana pasada, con gobernadores y funcionarios del Gabinete, supongo que intentando explicar cómo es la realidad de Quintana Roo.
Y, sobre todo, intentando que los demás entiendan los gravísimos riesgos que vive el Estado de cara al arribazón de sargazo. A todo esto, hay que sumar la relación con los hoteleros, que no son nada fácil, que están acostumbrados a que los gobiernos, estatales y federales, resuelvan todo.
Lo más reciente, que sería digno de un largo análisis, es su petición para que los quintanarroenses se vayan a las playas a limpiar el sargazo… Poco que decir ante esto. Se necesita mucho valor para hacer este llamado, que además es escuchado.
Imaginemos, por un momento, que Roberto Borge pidiese a la gente que fuese a recoger esta alga maloliente… fácil imaginar…
Dicen los chinos que las épocas difíciles son un privilegio… Para Carlos Joaquín así ha sido. Porque nada se le ha desbaratado entre las manos, porque en el mejor lenguaje coloquial “ahí la lleva” lo que es más que ganancia…