Quintana Roo tiene una galería de gobernadores, en sus pocos años de vida política como Estado, más que singular. Cada uno, con sus características, respondió o dejó de responder a su tiempo. A una realidad cambiante que igual los apabulló que los dotó de fama pública aterradora.
A Carlos Joaquín, lo he escrito antes, le toco bailar no solamente con la más fea de la fiesta, sino en una escenografía devastada mientras llegaban hordas a tocar las puertas.
Va a gobernar la segunda mitad de su sexenio frente a un Congreso que se parece al mercado del templo que relatase la Biblia. Donde lo que prevalece es la ambición, la incapacidad y el interés personal.
Y lo hará, se puede apostar en ese sentido, de manera muy tersa. Porque en eso se especializa Carlos. En navegar las aguas más movidas con asombrosa suavidad, sin perder el control, sin bandazos. Y, sobre todo, sin enojarse.
Su paciencia se ha fortalecido en estos años. Le ha correspondido gobernar en tiempos de un cambio apabullante en el país, sobre todo en el gobierno, y no ha caído en la trampa de envolverse con la bandera de la oposición a priori,
Para Quintana Roo sería suficiente, en este calendario convulso, con la impecabilidad. Con el estilo “aterciopelado” que parece no parpadear mientras citan a declarar a Félix González, o Borge sigue en prisión. Al tiempo que la senadora Marybel Villegas se instala en una tramoya de lucha libre futurista. Y Carlos Joaquín sigue sin caer en la trampa. Que, insisto, sería más que suficiente para valorar su gobierno.
A eso agréguese la infinita batalla contra el sargazo. Pesadilla sin límite.
Yo, primera persona del singular, me quedo con uno de los más recientes actos de su gobierno que lo llevaron a sembrar corales. Sí, a sembrar en el mar. Porque es la gran diferencia con sus antecesores que se sirvieron de las riquezas naturales del Estado. Carlos Joaquín tiene la inmensa humildad de ver la realidad y, sobre todo, de hacer algo para enmendar los errores que han destrozado los corales, la naturaleza profunda del mar.
Por eso la Ley que impulso contra el uso de plásticos.
Si todos siguiésemos ese ejemplo, limpiásemos el mar, revirtiésemos en cualquier medida el daño, sembrásemos flores en el mar… la realidad sería mejor.
Y eso, hacer que la realidad sea un poquito mejor en Quintana Roo, es lo que mejor sintetiza estos tres años de su gobierno.