La Zarigüeya: una aliada silvestre que debemos proteger
Por Sara Eugenia Rincón Gallardo y García
Las zarigüeyas se originaron en Sudamérica hace millones de años. Se cree que evolucionaron a partir de marsupiales que habitaron en América del Norte, pero que luego se extinguieron en esa región, mientras que en Sudamérica prosperaron. La zarigüeya de Virginia, la única nativa de América del Norte, llegó a través del Istmo de Panamá cuando los continentes se unieron.
Existen registros fósiles de marsupiales similares a las zarigüeyas que datan de hace más de 65 millones de años, cerca de la extinción de los dinosaurios. Hace aproximadamente tres millones de años, ocurrió un evento geológico que permitió su expansión hacia América del Norte. Aunque su origen más antiguo se remonta a Australia y Nueva Guinea, las zarigüeyas forman hoy parte de la riqueza natural de nuestro continente.
Es importante conocer el origen de los animales, su forma de vida, y cuántos millones de años llevan compartiendo este planeta con nosotros.
La zarigüeya es un animal silvestre sumamente dócil. No se considera agresiva, incluso cuando se siente amenazada: en lugar de atacar, entra en un estado conocido como tanatosis, fingiendo estar muerta. Su cuerpo se inmoviliza, suelta un olor desagradable como de descomposición, pero su cerebro permanece completamente activo. Es simplemente un método de defensa,y no transmite la rabia y si una serpiente la muerde no le pasa nada.
Su alimentación se basa principalmente en frutas y verduras, aunque también consume carne, insectos e incluso ahuyenta ratones. A pesar de su aspecto peculiar, nunca atacará a un ser humano.
Debemos aprender a convivir con la fauna silvestre de nuestro país. Cada estado tiene especies únicas y en Quintana Roo, una de ellas es la zarigüeya, conocida localmente como “zorro” o “tlacuache”. Se trata del mismo animal, y está protegido por la Ley General de Vida Silvestre. Herirla o matarla constituye un delito.
Es fundamental denunciar cualquier agresión o asesinato de animales silvestres o domésticos. La violencia hacia los animales, así como el daño ambiental, deterioran nuestras ciudades, afectan la imagen del país ante el turismo –que es nuestra principal fuente de ingresos–, y atentan contra el equilibrio natural.
Hoy contamos con la nueva Fiscalía Especializada en Medio Ambiente y Protección Animal, lo cual nos brinda una herramienta para ejercer nuestros derechos y exigir justicia. Usemos esta instancia para frenar el maltrato animal y la destrucción del entorno.
Aprendamos a respetar y proteger lo que la naturaleza nos ha dado. Una ciudad limpia, viva y libre de violencia contra los animales es también una ciudad más sana para todos.
