Las reformas estructurales fueron una lucha que por varios años a través de trabajos colaborativos entre las y los actores involucrados, según la materia, y luchas campales entre actores políticos, pero al fin, se lograron ir aprobando unas y otras, sin embargo, fue poco el tiempo que permanecieron alguna de esta reformas, y como ejemplo, la educativa, que fue de las primeras en la legislatura pasada, en haberse modificado una vez más y se volvieron a hacer los ejercicios procedimentales para lograr la reforma al artículo 3ro. Constitucional y derivado de éste, trabajar en las leyes secundarias en materia educativa.
De este proceso se modifican varios conceptos y surgen otros nuevos, y en particular me referiré al de “La Nueva Escuela Mexicana” (NEM) de la cual se estará hablando en diferentes momentos, espacios y foros, la cual se define como un modelo educativo, un conjunto de reglas y procesos que guían los procesos de enseñanza y aprendizaje. Un modelo educativo está conformado por normas que establecen cómo deben ejercer la enseñanza los profesores y qué herramientas deben utilizar para enseñar.
La NEM tiene como objetivo la formación integral de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Busca promover el aprendizaje de excelencia, inclusivo, pluricultural, colaborativo y equitativo a lo largo del trayecto de su formación, desde el nacimiento hasta la conclusión de los estudios.
De acuerdo con el documento “La Nueva Escuela Mexicana: principios y orientaciones pedagógicas” emitido por la Secretaría de Educación Pública (“SEP”), la NEM es “la institución del Estado mexicano responsable de la realización del derecho a la educación en todo el trayecto de los 0 a los 23 años de edad de las y los mexicanos”. Ese derecho a la educación se refiere a la definición que está plasmada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Con esta institución, como lo dice su definición o nuevo modelo de concepción de la educación en México, es muy prometedor y alentador en sus definiciones plasmadas en el documento, así como visionaría, encaminada hacia un enfoque humanista, cívico y formador de personas con alto grado de enfoque hacia nuevos perfiles de ciudadanos comprometidos con la inclusión, pluriculturalidad, equidad, entre otros conceptos más como la excelencia.
Todo ello es loable y resta encontrar los caminos para el cómo alcanzar esos estándares formativos que la nueva escuela mexicana proyecta y que, por antonomasia requerida de todo el apoyo del estado, del presupuesto, de las y los docentes y de todo un sistema educativo, para contribuir al logro de esos visionarios objetivos y que nuestras niñas, niños y adolescentes, lo merecen.
La pregunta que quedaría abierta, sería: ¿qué papel jugarán las familias, padre y/o madre, en la consecución de esta Nueva Escuela Mexicana?