El partido gobernante en México, el PRI, se encuentra tan mal en las encuestas que la mayoría de su dirigencia aceptó el domingo que por primera vez su candidato presidencial no sea un militante.
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Sin embargo, frente su rezago en los sondeos debido a la violencia, la corrupción, la alta inflación y un débil crecimiento económico, esa fuerza política ha recurrido al exsecretario de Hacienda, José Antonio Meade, que no es miembro del partido.
Ante la multitud reunida en la sede del PRI en la Ciudad de México, Meade asumió la línea del presidente Enrique Peña Nieto de que la continuidad es la mejor apuesta.
“No hay que demolerlo todo, no hay que cambiarlo todo, no hay que inventarlo todo”, afirmó.
El exfuncionario recibió el apoyo de la mayoría de los dirigentes del partido durante un acto efectuado el domingo, en el que se registró como aspirante a la candidatura presidencial del PRI para las elecciones de julio próximo.
En lugar de distanciarse de las antiguas prácticas habituales del PRI, Meade las ha adoptado, como asistir a actos políticos con dirigentes sindicales y campesinos de la vieja guardia y a otros en los que multitudes son acarreadas en autobuses.
Sin embargo, por el momento parece prometedora su condición de simpatizante, lo cual de entrada lo hace atractivo para el voto panista identificado con Meade por los años que como funcionario público sirvió al PAN durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa; es el voto del panismo descontento con la actuación de Ricardo Anaya y su pretendido agandalle de la candidatura presidencial de Acción Nacional.
El PRI se convierte en el primer partido político con precandidato para las elecciones a la Presidencia de México. Claro, de manera formal y dentro de los tiempos establecidos por la ley y el Instituto Nacional Electoral (INE).
Porque Morena desde que se constituyó como partido, tiene al abanderado: Andrés Manuel López Obrador; no hay ni habrá otro morenista que le dispute la candidatura presidencial.
Y una vez habiendo precandidato único, que implica el anuncio del candidato único, en el PRI vendrán en cascada los destapes y precandidaturas al Senado de la República y diputaciones federales, y ya no falta mucho.
Tales posiciones que seguramente serán decididas entre el presidente Enrique Peña Nieto, el precandidato presidencial y los gobernadores de las entidades federativas donde gobierna el PRI; donde no, solo decidirán los dos primeros, tomando en cuenta la opinión de los comités estatales.
Si el PRI pierde las elecciones del 2018, serán por lo menos dos sexenios fuera de Los Pinos.
Y los priistas ya vivieron la experiencia 12 años seguidos, en que gobernó el PAN.
Evidentemente, aunque Meade no sea militante, seguramente hará el compromiso que, de ganar los próximos comicios presidenciales, gobernará con priistas en su mayoría.