La idea de unir océanos no nació en Panamá. En el siglo XVI, Carlos I de España soñaba con un paso por Centroamérica. En el XIX, EE.UU. casi lo hizo en Nicaragua, usando el río San Juan y el Lago Cocibolca; pero un sello postal con un volcán en erupción bastó para sembrar miedo y cambiar la historia. También México fue opción: el Istmo de Tehuantepec se perfilaba como ruta natural, aunque la ingeniería de la época lo veía inviable.
Finalmente, Panamá ganó por geopolítica: era más corto y EE.UU. apoyó su independencia de Colombia en 1903. En 1914, nació el canal que hoy mueve más del 3.5 % del comercio mundial, pero que enfrenta sequías y limitaciones de capacidad.
¿Puede México entrar al juego en 2050? Sí, con un canal de 240 km, 200 metros de ancho y esclusas para barcos Post-Panamax, valorado en 218 mil millones de dólares. La inversión sería titánica, pero los ingresos —cercanos a 19 mil millones anuales— permitirían recuperar el capital en 12 a 19 años.
El valor agregado no sería solo competir con Panamá, sino crear un hub industrial y logístico del T-MEC, capaz de atraer fábricas, energía y cadenas de valor. No sería un canal: sería un imán económico. El mundo vuelve a mirar al Istmo, y la pregunta ya no es técnica, sino política: ¿tiene México la voluntad de abrir “el otro canal”?
¡Hasta la próxima semana, con nuevos retos y oportunidades!
Sin miedo a la cima, porque el éxito ya lo tenemos.
The idea of linking oceans didn’t begin in Panama. In the 16th century, Spain’s Charles I envisioned a Central American passage. In the 19th century, the U.S. nearly chose Nicaragua, leveraging the San Juan River and Lake Nicaragua; yet a postage stamp showing a volcano in eruption tipped the scales. Mexico, too, was once considered: the Isthmus of Tehuantepec looked like a natural corridor, though engineering limits of the era killed the dream.
Panama ultimately prevailed by geopolitics: shorter distance, and U.S. backing for its independence from Colombia in 1903. By 1914, the canal was born —today channeling over 3.5% of global trade, but now strained by droughts and bottlenecks.
Could Mexico step in by 2050? Yes, with a 240-km, 200-meter-wide canal with Post-Panamax locks, priced at $218 billion USD. The numbers are bold: revenues of $19 billion annually, with investment recovered in 12–19 years.
But the true value lies beyond ships: a T-MEC industrial and logistics hub, pulling in factories, energy, and supply chains. It wouldn’t just be a canal —it would be an economic magnet. Once again, the world looks to the Isthmus, and the real question isn’t technical but political: does Mexico have the will to build the other canal?
Until next week, with new challenges and opportunities!
Fearlessly reaching the top, because we already have success.
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