Desde hace muchos años nuestro sistema penal ha servido para juzgar y dar una pena a las personas que han cometido algún delito contra la sociedad. Al principio era un lugar para los inadaptados, degenerados y personas peligrosas y su fin era para recibir un castigo por sus actos. Estos lugares han evolucionado mucho en los últimos 100 años, cambiando su objetivo, estructura y nombre, de cárcel a centro de regeneración, después readaptación, para llegar a la actualidad como centros de reinserción social.
Desde estos lugares, los criminales han tratado de encontrar una forma de estar en contacto con el exterior, ya sea con el fin de escapar, conseguir algo o dar algún mensaje, y con las nuevas tecnologías les han abierto una ventana con un alcance inimaginable. Una de estás ventanas, y la más popular, es la extorsión.
Desde la invención de los celulares, los criminales han recurrido a ellos para realizar diferentes tipos de extorsión indirecta: te hacen creer que has ganado algún premio, la conocida llamada de un familiar lejano en problemas o el supuesto secuestro de un familiar dónde se oyen gritos o alguien llorando, haciéndose pasar por alguna autoridad que tiene detenido a un familiar y nos hace “el favor” de llamarnos para negociar su liberación. Para muchos con la “nueva normalidad” vinieron muchas deudas, aprovechando eso, se hacen pasar por alguna institución bancaria, despacho o compañía encargada del cobro de cuenta.
La extorsión busca obtener algo a cambio, y al no saber si es real o no lo que dicen, se puede caer en el engaño. Por ejemplo, hace unos días en las redes sociales, una mujer publicó las conversaciones que supuestamente tuvo con un interno del centro de reinserción social en la ciudad de Cancún. La mujer es esposa de un interno y empezó a recibir mensajes de otros hombres recluidos con su esposo. Estos mensajes iniciaron con un tono respetuoso, pero se convirtieron en acoso sexual donde se incluían fotografías intimas, incluso, amenazas en contra de su bienestar y la de su esposo recluido, con la intensión de obligarla a tener relaciones sexuales con internos dentro del penal.
Debemos tener en cuenta que en la actualidad nuestros números telefónicos no son privados, prácticamente cualquiera puede tener acceso a ellos, y si un recluso tiene un celular puede hacer llamadas de extorsión, ya sea pidiendo dinero o, como últimamente se ha presentado con mayor frecuencia, sexo.