Por Samuel Cantón Zetina
Pudo ser una reunión “de cajón”. Rutinaria. De ésas que marca la costumbre y la liturgia política.
No lo fue…
El presidente Andrés Manuel López Obrador se reunió con los 11 gobernadores electos de su partido, pero no fue eso lo importante, sino lo que se dijo en el encuentro, y el resumen de lo que de su contenido, hizo en La Mañanera.
Dijo: “Si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno…”
Contundente, certero, lapidario.
Pero… ¿por qué el mandatario abordó justamente ese tema?
¿Por qué no la pandemia, el regreso a clases, la sucesión presidencial?
Simple: los electos le confirmaron cuál es la principal preocupación de los habitantes de sus estados.
Y el presidente ha sabido siempre que sin la participación de los gobernadores y de los alcaldes, no será posible poner a salvo a la República de la violencia.
No puede él acabar con el flagelo por decreto o a larga distancia con la Guardia Nacional, con todo y que ésta cuenta ahora con muchos más elementos y cuarteles.
Está, pues, bastante mejor preparada que hace dos años y 7 meses.
Acabar con la violencia es una responsabilidad compartida con las autoridades de los otros dos ámbitos de gobierno, y la inmensa mayoría no ha hecho la tarea.
Está a la vista.
De allí la oportunidad que ahora tendrá López Obrador de poder cambiar las condiciones de inseguridad en esas entidades, donde en unos cuantos meses gobernarán los suyos.
En territorios dominados por la oposición no puede ni ha podido influir.
AMLO juntó a los electos con su gabinete de seguridad.
La misión es contener al crimen y recuperar espacios y gobernabilidad.
“Es hasta un desafío político”, afirmó.
De eso depende -lo dijo clarito- que la 4T se acredite en la historia.
Tal vez es hora de que escuche a García Harfuch: “Contra el crimen, la mejor defensa es el ataque…”, y prescinda de la estrategia -si lo es- de abrazos no balazos.