Por León Company
En el debate político nacional, las cifras suelen ser terreno de batalla.
No importa de dónde vengan: si favorecen a tu adversario, se cuestionan; si lo golpean, se celebran.
Esta semana, el INEGI soltó un dato que, para la narrativa de la 4T, es oro puro: en dos años, la pobreza en México pasó de 46.8 millones de personas a 38.5 millones. Ocho millones menos.
Bien lo señaló Ciro Gómez Leyva, ya se empieza a hablar del “milagro de la 4T” y, con estos números, hay un sustento sólido.
Este logro no es menor: en tiempo récord, México sacó de la pobreza a millones de mexicanas y mexicanos.
No es casualidad, sino el resultado de una estrategia clara que puso como prioridad a los más pobres, con políticas que combinan la expansión de programas sociales con el aumento sustancial al salario mínimo.
Por supuesto, el número no se explica solo.
Según el propio análisis, hay dos factores evidentes: un Estado más activo en la transferencia directa de recursos y una política salarial que, guste o no, rompió la inercia de aumentos simbólicos que imperó durante décadas. Incluso tomando en cuenta las críticas —que si los programas sociales generan dependencia, que si el salario mínimo desataría una inflación insostenible—, la realidad es que, hoy, millones de personas tienen un ingreso o un respaldo que los coloca en mejor posición que hace dos años.
Este es un punto que incomoda: desmonta, al menos en parte, los argumentos de quienes reducen estas políticas a asistencialismo. Porque las cifras no son opinión: son ocho millones de historias distintas que dejaron atrás la línea oficial de pobreza.
Y aunque eso no significa que ahora vivan con holgura o que el reto esté resuelto, sí es un avance que pocos gobiernos pueden presumir.
La pregunta de fondo es si esto es sostenible.
Reducir la pobreza no es solo repartir más, sino crear condiciones para que la gente pueda sostener su bienestar sin depender exclusivamente del gobierno: crecimiento económico, inversión, empleos formales, productividad.
Pero mientras ese debate se da, lo cierto es que, en un país donde sobran las críticas y escasean los logros verificables, este es un resultado que la 4T puede presumir… y que sus detractores tendrán que explicar. Porque en política, como en la vida, las cifras no mienten, pero sí incomodan.