POR SARA RINCÓN / GRUPO CANTÓN
Pocos ciudadanos, especialmente los jóvenes, conocen cómo nació Cancún, un destino que hoy es orgullo de México y referente mundial del turismo.
En los años sesenta, el presidente Adolfo López Mateos mencionó al exmandatario Miguel Alemán la existencia de unas tierras extraordinarias en la península de Yucatán. Intrigado, Alemán sobrevoló la zona junto a algunos allegados y quedó maravillado: playas infinitas de arena blanca, cocoteros y un mar turquesa apenas habitado por una palapa solitaria.
Tiempo después, en 1969, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y con el impulso decidido de Luis Echeverría Álvarez, se tomó la decisión de transformar aquel paraíso en un centro turístico planeado desde cero. La creación de FONATUR fue clave para concretar el proyecto, concebido como un destino exclusivo con hoteles de lujo, residencias, parques y servicios de primer nivel.
En esos años, Cancún no era más que selva, playas vírgenes y palmeras. Con la llegada de inversionistas y de trabajadores de todo México —en especial de Durango y Mérida— comenzó a tomar forma una comunidad que cimentó lo que con el tiempo se convertiría en el mejor destino turístico del país y en uno de los más importantes del mundo.
Recuerdo haber visto en las oficinas de San Jerónimo los primeros planos del proyecto. Años después, cuando regresé en 1985, Cancún ya era una ciudad en crecimiento: limpia, cuidada, con pocos hoteles pero majestuosos, superando incluso lo imaginado en los diseños originales.
Hoy es justo reconocer a dos hombres que vieron lo que nadie había visto: don Gustavo Díaz Ordaz y don Luis Echeverría Álvarez. Ellos impulsaron con visión y decisión un sueño que parecía imposible, regalando a México un destino capaz de competir con los mejores del planeta.
Pero ese regalo conlleva un deber: el de las nuevas generaciones de proteger y cuidar Cancún. No basta con disfrutar de sus playas o aprovechar su prosperidad turística. Se trata de preservar su belleza natural, su riqueza cultural y su papel como motor económico de Quintana Roo y del país.
Cancún nació como un sueño, creció como un proyecto colectivo y hoy vive como una realidad que nos pertenece a todos. La responsabilidad es nuestra: mantenerlo como el paraíso que conquistó al mundo.
