En Bagdad se produjo la semana pasada un ejemplo contundente de lo que significa la clasificación de “organización terrorista extranjera” conforme al criterio intervencionista, a extremos criminales, de Estados Unidos.
Con el mayor desparpajo, Donald Trump ordenó el asesinato en Irak de varias personas (una de ellas, el estratégico general iraní Qasem Soleimaní) en una acción que a su entender no requiere de mayor explicación pues, según el ocupante de la Casa Blanca, le asiste el derecho de exterminar, así sea en suelo extranjero, a quien represente un peligro para los intereses del imperial país norteamericano.
Para los mexicanos tiene especial interés lo sucedido en Irak. Un grupo de personas con doble nacionalidad ha acudido ante instancias de Estados Unidos para promover que los cárteles mexicanos del crimen organizado sean denominados oficialmente como organizaciones terroristas extranjeras.
La recurrencia a la nación vecina se produjo luego del lamentable asesinato de mujeres y niños pertenecientes a comunidades mormonas asentadas en el norte de México.
Esa petición, en la que participaron miembros de las familias LeBarón y Langford, se produjo en sintonía con el tuiteo de Donald Trump amagando con tal declaratoria terrorista y semanas después de la extraña aprehensión y posterior liberación en Culiacán de un hijo del Chapo Guzmán. A la propuesta se han sumado informalmente mexicanos que consideran viable y deseable una intervención armada de Estados Unidos para exterminar a los cárteles mexicanos.