Adiós PRI; amor Moreno
Cupidos, Escobar y Velasco
“Detalles” del acuerdo bilateral
Luego de quince años de feliz matrimonio legislativo y político con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la asociación de las cuatro mentiras, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), ha anunciado que termina su relación con el devaluado grupo tricolor y queda a disposición de los nuevos tiempos, plenamente independizado para intentar rehacer su vida política, incluso sosteniendo amoríos políticos con parejas distintas y sin pretensiones de largo plazo.
La historieta de amores políticos picantes y redituables, con dedicatoria a algún Tinder político (Tinder: la famosa aplicación en internet que permite concertar citas amistosas o amorosas), fue presentada formalmente por Arturo Escobar y Vega, quien ha ocupado cargos partidistas, legislativos e inclusive una subsecretaría de Gobernación en la administración peñista. De la que hubo de salir en noviembre de 2015 entre acusaciones de fraudulencia electoral, debido a que había contratado la fabricación y entrega de diez mil tarjetas, denominadas Premia Platino, para conseguir votos para el Verde, constantemente inmerso en historias de nota roja (recuérdense las andanzas del mal llamado “Niño Verde”, Jorge Emilio González, heredero del negocio familiar y grupal creado por su padre, Jorge González Torres).
No eres tú, soy yo, sería la clásica frase de rupturas idílicas aplicable al caso del Verde y el PRI. El tarjetero Escobar dijo el martes: “no hay ninguna ruptura (con el PRI), hay una extraordinaria relación, pero hoy hay caminos en la parte legislativa que nos llevan a tomar definiciones de carácter independiente”. Añadió, según nota de Néstor Jiménez y Roberto Garduño, en el portal de La Jornada: “El día de mañana inicia una nueva etapa donde van a ver a un Partido Verde mucho más independiente o absolutamente independiente; un partido que no apoyará propuestas, iniciativas, adiciones o reformas, sin antes entender que cada asunto se verá en lo particular”.
La etapa “absolutamente independiente” del Verde es sólo una treta discursiva para acomodar el negocio tradicional de ese partido a la nueva realidad política, específicamente al dominio de Morena. Escobar coordinará a los diputados del PVEM y Manuel Velasco Coello a los senadores. Velasco ayer pidió licencia a su encargo de gobernador de Chiapas para rendir protesta como senador y luego, por razones de “urgencia”, solicitar que en ese mismo Senado, ya bajo dominio de Morena en votaciones simples, le concedan licencia para regresar a Tuxtla Gutiérrez a encargarse de finiquitar su período de gobernador y, ya habiendo agotado su sexenio, regresar al escaño, donde continuará con la alianza con el obradorismo que practicó al máximo en Chiapas.
Como consecuencia del voto popular de julio pasado, los partidos Encuentro Social (PES) y Nueva Alianza (Panal), perdieron su registro. El Verde, sin embargo, se mantiene como una instancia de simulación democrática y arrendamiento de votos. En su nueva etapa, con una preferencia evidente por lo moreno, pero argumentando para fines comerciales una bandera poliamorosa y “absolutamente independiente”, el Verde pretende dar continuidad impune a la larga historia de aprovechamiento de presupuestos y prerrogativas partidistas para beneficio de los grupos y familias que controlan la franquicia. Nuevos tiempos, viejas historias.
Donald Trump volvió a las andadas y aseguró nuevamente que México pagará el famoso muro fronterizo. La euforia declarativa del lunes, respecto al principio de acuerdo bilateral entre México y Estados Unidos, ha entrado ya en la etapa de revisión de los detalles, de la letra chiquita. Reuters informó que Estados Unidos podría imponer aranceles, de “seguridad nacional” a vehículos producidos por México por encima de ciertos volúmenes. Y el presidente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos, reconoció que México tuvo que ceder ante EU: “Aunque no son deseables todas las estipulaciones, nos parece que es un acuerdo sostenible en vista de las circunstancias”.
La clamorosa victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador y Morena, el primer día del mes pasado, no se fincó solamente en la creciente transferencia de cuadros, militantes y ánimos votantes del Partido de la Revolución Democrática hacia la nueva organización de centrismo con acento popular. Esa victoria fue más allá de una mera pugna entre partidos hermanos, pero tuvo su despegue y aceleración justamente en el quebranto de la agrupación caracterizada por un sol azteca.
Dominado por el grupo llamado Los Chuchos (con los jesuses, Zambrano y Ortega, más Carlos Navarrete, como principales dirigentes), el PRD selló su caída a mediano plazo luego del error histórico de la firma del Pacto por México. De los diecinueve nombres de personajes que ocuparon la presidencia de su comité nacional (entre electos y designados para interinatos, e incluso un momento en que dos militantes fueron representantes directivos del partido), una tercera parte correspondió al tramo de la convulsión que la adherencia oportunista al pañismo provocó a dicha organización: Zambrano había sucedido a Ortega, y luego entró a escena Navarrete; el aparente control total del chuchismo.
Los problemas internos, sin embargo, obligaron a la salida anticipada de Navarrete y llevaron a un experimento de importación, al hacer presidente del partido a Agustín Basave, quien había sido priista y se hizo perredista en esa coyuntura. Basave renunció en breve tiempo, bajo presión de las corrientes internas que pretendían “hacerlo suyo”, cada cual para su propia conveniencia. Vinieron Beatriz Mojica, Alejandra Barrales y Manuel Granados. Desesperados ante su evidente hundimiento, aceptaron el papel de agregados en el proyecto “frentista” encabezado por el panista Ricardo Anaya. Su derrota electoral, e histórica, ha sido impactante. Y martes, al cuadro de ex presidentes nacionales que han dejado al PRD, se sumó Basave. ¿Qué sigue, en el funeral del sol azteca? ¡Hasta mañana!