A quince días de las elecciones, otras patadas aparecen en el escenario. Son las mundialistas, cuyas hazañas y detalles van ganando una atención pública saturada de política, campañas, candidatos, proclamas y “debates” entre los propios abanderados y entre sus representantes enviados a las múltiples mesas de análisis en medios de comunicación que dan tribuna a esos partidistas, para que, maquinalmente, defiendan a sus jefes políticos y ataquen a sus adversarios, en un ejercicio de algarabía de contenidos previsibles.
La “fiebre” mundialista, por sí misma y, sobre todo, en los exaltados tonos mercantilizados de las principales televisoras de difusión abierta en el país, ha llevado a algunos voceros electrónicos a proclamar el fin de las campañas o algo parecido, como si las dos semanas finales de la ruta rumbo a las urnas no estuviera cargada de riesgos procesales (el enorme y abierto tendido de una red de compra de votos, la campaña telefónica nacional de difamación y la propaganda sucia en general) y de hechos violentos continuos, con candidatos y políticos asesinados en distintos lugares de la república.
A las especulaciones respecto al destino de la selección mexicana de futbol profesional (que iniciará el torneo enfrentando ni más ni menos que a la poderosa Alemania, campeona de la Copa Mundial Brasil 2014), se ha sumado el anuncio de la asignación del espectáculo deportivo de 2026 a las tres naciones de Norteamérica que pelean en cuanto a la renegociación o finiquito de un tratado de libre comercio en esta porción continental pero ahora se muestran unidas en un proyecto que busca activar el potencial comercial estadunidense en este deporte que aún no prende en el país de las barras y las estrellas: de ochenta partidos mundialistas de 2026, sesenta se jugarán en territorio gringo, incluyendo la final, mientras Canadá y México se quedarán con diez partidos cada cual. El negocio esperado ascenderá a unos once mil millones de dólares de ganancias, en un esquema en el que ha participado especialmente Emilio Azcárraga Jean, quien dejó la presidencia ejecutiva de Televisa para concentrarse en Estados Unidos en planes de negocios como el ahora anunciado.
La abundancia informativa mundialista coloca en circunstancias peculiares al hasta ahora tenso proceso electoral e incluso podría tener efectos sociales sedantes en la noche del primero de julio, día de las votaciones, pues en esa fecha se definirá si la selección de futbol profesional de México pasa al siempre anhelado quinto partido, lo cual, de lograrse, generaría la vehemencia patriotera impulsada desde los medios electrónicos y ayudaría a las tentaciones de defraudación electoral tal vez no en la suerte mayor del torneo político, que es la lucha por la Presidencia de la República, pero sí en la integración de las cámaras de diputados y de senadores y en algunas gubernaturas respecto a las cuales el partido Morena no tenga una ventaja excesiva desde ahora (esa amplia ventaja ya es de percibirse en Tabasco y Chiapas, sobre todo; tierra natal de AMLO, la primera entidad mencionada, y laboratorio de entendimientos entre el Verde y Morena, es decir, entre el gobernador Manuel Velasco y López Obrador, la segunda).
Otro punto negativo para la salud política y electoral consiste en que la fijación de noticias falsas, calumnias y exageraciones, tendrá poco espacio disponible para el procesamiento público y la corrección adecuada, pues el relajamiento crítico respecto a la política cederá terreno a las jugadas sucias y las trampas por sistema. En este aspecto, Morena será el partido más perjudicado, pues antes de la entrada en pleno de la efervescencia futbolera fueron plantadas varias versiones polémicas que ya no tendrán las mejores condiciones para desmentirlas en cuanto fueran falsas o forzadas.
En un virtual allanamiento ante las tendencias que dan a Andrés Manuel López Obrador como virtual ganador de la próxima elección presidencial, el historiador y escritor Enrique Krauze ha llamado a ejercer un voto dividido, para que las cámaras del congreso federal (diputados y senadores) no estén dominadas por el mismo partido o la misma coalición de partidos que llegue a la silla presidencial.
Sin mencionar a Andrés Manuel López Obrador ni a partido alguno, Krauze exhortó, en un video de tres minutos de duración, a que “cuidemos que el próximo presidente no tenga la mayoría del Congreso. El Congreso es el principal dique de contención para limitar el poder absoluto de un presidente”. Considerado como uno de los ideólogos de un segmento ciudadano y empresarial fluctuante entre el centro y la derecha, conforme a la geometría política tradicional, Krauze exhortó en su alocución grabada: “México no debe volver a ser el país de un solo hombre. A México, lo construimos todos. Dividamos nuestro voto”.
La proclama del director de la Editorial Clío y la revista Letras Libres es una reacción inequívoca a la propuesta de fin de campaña de Andrés Manuel López Obrador, quien ya no está demasiado insistente en solicitar el voto para él (muy aventajado delantero que es en todas las encuestas de opinión consideradas como “serias”; bueno, hasta en las de Pop Group) pero sí para los candidatos a las gubernaturas y, sobre todo, a las cámaras federales, bajo la consigna del “voto parejo” que buscaría darle al tabasqueño una mayoría en el poder legislativo que, a su vez, le permitiría que sus iniciativas de ley fueran aprobadas sin necesidad de arreglos y concesiones a negociar con los demás partidos.
El efecto López Obrador ya ha llevado en 2006 y 2012 a personajes indeseables a las curules y los escaños y, en esta ocasión, es mayor el número de candidaturas con prendas muy distantes u opuestas a las del candidato presidencial, ante lo cual hay seguidores del cuasi ocupante de la silla presidencial que consideran la posibilidad de sufragar a favor de AMLO pero en sentido distinto en algunas de las demás postulaciones. ¡Hasta el próximo lunes!