Miguel Ángel Mancera Espinosa cree que su lugar, a partir de marzo, debe estar directamente en el campo de batalla electoral, ya no en la jefatura del gobierno capitalino.
Convencido de que tiene un capital político importante, podría encabezar actos en la Ciudad de México en apoyo al “frente” integrado por PAN, PRD y Movimiento Ciudadano y, en especial, a la candidatura de su agridulce aliada, Alejandra Barrales.
Su objetivo explícito es impedir que Morena gane la gubernatura capitalina y que Andrés Manuel López Obrador (el motor real de la movilización electoral en lo que fue llamado el Distrito Federal) obtenga una gran cantidad de votos y de cargos públicos.
Pero su obsesión real se llama Marcelo Ebrard, pues entre ellos hay una mutua repelencia extrema, que en el entorno mancerista suponen que se convertiría en persecución política y judicial si Ebrard recupera poder, de la mano de AMLO.
Mancera dejaría el cargo capitalino en marzo, previa evaluación de dos factores: el avance que tenga el proceso de atención a los problemas derivados del sismo del pasado 19 de septiembre (la “reconstrucción”) y el curso que lleven las campañas de la coalición partidista antes mencionada.
A pesar de los discursos oficiales llenos de optimismo, los problemas de los damnificados por el temblor no merecerían que el gobernante formal dejara su cargo, menos si el propósito fuera irse a las campañas electorales.
Pero Mancera quiere ponerse el traje de faena y entrar al golpeteo electoral directo, no necesariamente como coordinador de las campañas del frente.
Y evitar, en todo cuanto le sea posible, el regreso de Ebrard al poder, y el cumplimiento de venganzas políticas previsibles que ahora parecen viajar en Línea Dorada.
Tal como había sido advertido con mucha anticipación en diversos espacios periodísticos (esta columna, entre ellos), el Partido Acción Nacional cerró ayer la operación de trueque entre Rafael Moreno Valle, quien desistió de su insostenible aspiración de ser candidato presidencial (favoreciendo así a Ricardo Anaya) a cambio de que su esposa, Martha Erika Alonso Hidalgo, sea la abanderada blanquiazul al mismo gobierno que ejerció Moreno Valle y que virtualmente ha seguido ejerciendo hasta ahora, a través de un propio, Antonio Gali, colocado en una manejable minigubernatura de transición (Gali, en consonancia con los aires dinásticos en curso, busca que su hijo, del mismo nombre, quien ya fue diputado local a nombre del PRD, sea candidato a senador por el “frente”).
Moreno Valle queda así como un aspirante a cacique poblano, aunque el mando nacional panista entregó la postulación a la presidencia del municipio capitalino a Eduardo Rivera Pérez, quien ya ocupó ese cargo de 2011 a 2014 y es uno de los más férreos adversarios del mencionado exgobernador. Frente a ese proyecto, Morena tiene perfilado al senador Miguel Ángel Barbosa (exmiembro de los Chuchos en el PRD, testigo oficial de la firma del Pacto por México) para que sea el aspirante a gobernar.
El PRI, por su parte, definirá la postulación a partir de una tercia que integran Juan Carlos Astiri Quirós, Enrique Doger y Jorge Estefan Chidiac (éste, con el impulso de José Antonio Meade).
En el código político que no necesita certificación notariada, López Obrador ha dado legitimidad y luz verde al trabajo que ya realiza el gordillismo a su favor, mediante las Redes Sociales Progresistas (Redesop), pues ayer dio la bienvenida al seno morenista a René Fujiwara, nieto de la profesora Elba Esther Gordillo, quien un día antes había hecho un elogio político del tabasqueño y había difundido una de las formas de adhesión que las Redesop promueven en todo el país, para captar activistas y para vertebrar una estructura electoral que participe no solo en la representación en las mesas receptoras de votos el uno de julio próximo.
Al aceptar tan de buen grado al nieto, AMLO acepta, sin mayores claves ni encubrimiento, el trabajo político de la abuela a favor de la campaña morenista.
Por cierto, en Zacatecas sucedió este lunes una escena que da cuenta del grado creciente de confrontación que se está dando entre profesores “institucionales” (leales al actual secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el tapatío Juan Díaz de la Torre) y gordillistas que pretenden recuperar terreno en ese sindicato e incluso buscar un retorno triunfal al mando.
La punta de lanza en este esfuerzo gordillista, Rafael Ochoa Guzmán (quien podría aspirar a volver a dirigir el SNTE, o el hidalguense Moisés Jiménez, en el congreso extraordinario que se realizará en febrero) departía en un restaurante con tres exsecretarios seccionales de Zacatecas, hablando de política sindical, cuando irrumpieron varios profesores que declararon a Ochoa Guzmán persona “non grata” en el Estado y pretendían que dejara el establecimiento y la reunión que sostenía.
La discusión, subida de tono, cesó cuando el capitán de meseros conminó a los “visitantes” a que dejaran el restaurante, lo que finalmente hicieron (https://goo.gl/BziKf8 ).
Astillas: La Agencia Central de Inteligencia (la CIA) tiene el ojo puesto en lo que pasa en el escenario político mexicano, dijo ayer su director, Mike Pompeo.
Debemos, declaró, “aseguramos que lo entendemos correctamente y que Estados Unidos está observando lo que está ocurriendo en cualquier lugar al sur de la frontera: México, Centro y Sudamérica”…
Un juez federal ha indicado a la Secretaría de Relaciones Exteriores que no es procedente la extradición a Estados Unidos del exgobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández.
¿Combatirá esa decisión Luis Videgaray, titular de la SRE, o la aceptará sin chistar, para que el gorrión norteño no cante en jaula ajena?…
Y, mientras las armas cinematográficas de un mexicano se siguen cubriendo de gloria, esta vez Guillermo del Toro, cuya película, La forma del Agua, ha recibido trece nominaciones para competir en las categorías del Óscar, ¡hasta mañana!