Es recurrente la relación de amor y odio del obradorismo respecto a las encuestas de opinión pública. Celebradas cuando favorecen a su causa, mostradas por lo alto para hacer ver que hasta tales instrumentos demoscópicos les dan ventaja en determinada ocasión política, el hábil político tabasqueño y sus seguidores transforman tales idilios circunstanciales en rudas batallas igualmente temporales cuando los números les son adversos.
Cuchareo, se asegura en el ámbito andresino que es el método de adulterio técnico; manipulables y mendaces, las etiquetas a pegar de inmediato en las infieles encuestas del momento.Recientemente tres estudios de opinión pública (diario Reforma, Enkoll y Buendía y Laredo) registraron un descenso en la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador. De diferente índole fueron los resultados de los rubros a indagar ante los supuestos encuestados (a fin de cuentas, nada ni nadie puede garantizar que se hubieran realizado tales entrevistas, aunque se aporten datos formales).
El propio AMLO dijo al respecto, en su conferencia mañanera de prensa: “estamos bien, tenemos mayoría. La gente nos está apoyando y también sufrimos desgastes, porque imagínense, enfrentar a los conservadores corruptos que no quieren dejar de robar, que están molestísimos; no los calienta ni el sol y también desquiciados”.
Si se concediera que los porcentajes mencionados en esas encuestas fueran aproximados a la realidad, ello no debería significar un drama para el obradorismo. Lo anormal ha sido que durante tanto tiempo y en medio de circunstancias tan difíciles se haya mantenido un altísimo respaldo explícito al primer presidente mexicano en poner en riesgo el entramado de complicidades (hasta a extremos criminales) que durante décadas ha sostenido al “sistema político” dominado por los partidos Revolucionario Institucional, durante más de setenta años y a través de tres distintas denominaciones, y Acción Nacional durante los dos sexenios que fueron de 2000 a 2012.
López Obrador mantiene una mayoría de apoyo popular, conforme a los mencionados estudios de opinión y, conforme puede verse en distintos puntos de las citadas encuestas, en general mantiene una visión favorable para él en lo individual pero, de manera también explicable, se expresan distanciamientos o desacuerdos respecto a temas específicos de gobierno que no muestran los avances resolutivos esperados por la población, en particular en cuanto a seguridad pública, crecimiento económico y atención a las demandas de las mujeres.
La aparición de los números negativos para López Obrador se produce en momentos en que se incrementa la acometida de sus adversarios, quienes consideran fallidas muchas de las políticas públicas defendidas por el nativo de Macuspana. Hasta ahora no ha tenido éxito ninguno de los intentos por estructurar una oposición activa, masiva y programática contra el habitante de Palacio Nacional. El activismo de Felipe Calderón y Margarita Zavala, a título de su partido México Libre; los problemas económicos sin perspectiva de solución a corto plazo y el agravamiento previsible a partir de la irrupción del factor del coronavirus, así como el elevado número de homicidios y hechos de sangre en todo el país, han ido desgastando, como el propio AMLO lo ha mencionado de manera genérica, una figura política que aún concentra la esperanza popular de cambio.
Los datos de las encuestas mencionadas, sean apegados o no a la realidad, constituyen una oportunidad de revisar políticas y procedimientos para evitar que los porcentajes de apoyo social al obradorismo pueden irse diluyendo por efecto de errores o insuficiencias reales o por una cascada de acciones opositoras que pretenden crearle una situación de inestabilidad y desánimo sociales, ¡Hasta mañana!