A las once de la mañana del 20 de abril de 2005, los panistas Jorge Lara y Gabriela Cuevas, diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, entregaron al agente del Ministerio Público Federal, Carlos Cortés, el billete de depósito S350901, expedido por Bansefi, mediante el cual se pagaban dos mil pesos para “cubrir” lo señalado por dicho agente para otorgar (anticipadamente) “la libertad provisional bajo caución” de Andrés Manuel López Obrador, entonces desaforado jefe del Gobierno del Distrito Federal, quien estaba dispuesto a ir a la cárcel como consecuencia de un proceso instalado en su contra por el presunto incumplimiento, en tiempo, de una orden judicial para suspender las tareas de construcción de una calle en un terreno denominado El Encino, en Santa Fe.
El pago de esa caución fue irregular y tramposo.
Se hizo sin el conocimiento del presunto beneficiado, López Obrador, y tampoco lo supieron los abogados y seguidores del tabasqueño sino hasta las cinco de la tarde, en un noticiero radiofónico.
Con esa “chicanada” (“acto cobarde”, lo llamó el propio AMLO), auspiciada por el entonces subprocurador federal de justicia, Carlos Javier Vega Memije, se impidió que el jefe del gobierno capitalino, ya sin fuero constitucional, se convirtiera en “mártir” al ser llevado a una prisión, en un complicado proceso judicial y político que pretendía dejarlo sin la oportunidad de ser candidato presidencial en 2006.
Lara y Cuevas explicaron que habían actuado “de buena fe” al pagar el monto de la caución y aseguraron que contaban con la aprobación de sus jefes panistas (hasta aquí, varios datos han sido tomados de la nota de Raúl Llanos, Gabriela Romero y Mirna Servín, en La Jornada https://goo.gl/Ffs7WH).
Gabriela es prima de Juana Cuevas y de Fernanda Castillo Cuevas, esposas, respectivamente, de José Antonio Meade y de Alfredo del Mazo Maza, según ha precisado el especialista en genealogías, Óscar G. Chávez. Panista desde los quince años, ha sido asambleísta, diputada federal (le ganó a la escritora Guadalupe Loaeza, quien iba por el PRD), jefa delegacional en Miguel Hidalgo y senadora, apoyada en distintos momentos por Vicente Fox, César Nava, Santiago Creel y Ernesto Cordero (impulsor para que el pasado octubre fuera electa presidenta, por tres años, de la Unión Interparlamentaria).
En 2011 presentó una iniciativa para regular las manifestaciones públicas en la Ciudad de México.
Autodestapada para ser candidata de su partido, Acción Nacional, a diputada federal, Gabriela Cuevas no encontró la respuesta positiva que esperaba de parte del mando que ejerce Ricardo Anaya.
Ayer, en una sorprendente declaración videograbada, dio a conocer que la alternancia partidista no ha dado buenos resultados y que ahora apoyará “al licenciado Andrés Manuel López Obrador” y a Morena.
Podría ir por una curul federal (para seguir presidiendo la UP) o ser candidata a la alcaldía de Miguel Hidalgo, para hacer a un lado al polémico precandidato Víctor Hugo Romo, a quien acusan de actos de corrupción.
Cuauhtémoc Blanco Bravo llegó a Cuernavaca en 2015, para ser postulado como candidato a la presidencia municipal, cuando apenas había cerrado su exitosa carrera como futbolista profesional.
Según luego denunciaron quienes originalmente habían maquinado su utilización como candidato a nombre de un partido virtualmente desconocido en la escena nacional, el Social Demócrata, operado por los hermanos Yáñez, la operación fue enteramente comercial: siete millones de pesos como pago y, además, la cobertura de su estancia durante la campaña. Al final, la fama del Cuau y el descrédito de los políticos tradicionales le dieron el triunfo.
Una constante confrontación con el gobernador perredista Graco Ramírez (quien pretende hacer candidato a la sucesión a su hijo adoptivo, Rodrigo Gayosso Cepeda) ha ayudado a quien es un símbolo del equipo América a suavizar los malos resultados que como político y funcionario ha tenido.
Como en su carrera futbolística, el Cuau hace lo que le indica su manejador, José Manuel Sanz Rivera, de origen español, quien maneja la cuenta política de Blanco con plenos criterios de mercado de piernas balompédicas.
Ahora, Blanco Rivera, impulsado por el Partido Encuentro Social, al que se afilió, está en curso de ser el candidato a gobernador de Morelos por parte de la coalición con Morena y el PT.
Ayer se dio una conferencia de prensa, con la participación del morenista Rabindranath Salazar Solorio, quien originalmente estaba encaminado a ser el postulado a la gubernatura. Oficialmente no se ha informado del “resultado de la encuesta” que definirá la candidatura, pero otro aspirante, Manuel Martínez Garrigós, quien fue presidente de Cuernavaca, ha asegurado que el ganador es el exfutbolista.
López Obrador dio ayer la bienvenida, por Twitter, a Blanco y a la todavía senadora Cuevas.
En Chiapas hay una “rebelión” oficialista del Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM).
El gobernador saliente, Manuel Velasco Coello, ha tratado de hacerse del mayor número de candidaturas partidistas disponibles, para garantizarse con cualquier ganador una “transición” pacífica, con espaldas cubiertas.
Ya tiene a su presidente del tribunal estatal de justicia, Rutilio Escandón, como candidato por Morena; trata de evitar que José Antonio Aguilar Bodegas (quien renunció a cuarenta años de priismo, y ha dicho que es víctima de hostigamiento del gobierno estatal) sea postulado por el frente PAN-PRD-MC (en donde Velasco preferiría a María Elena Orantes) y, ahora que en el PRI nacional se ha filtrado que el abanderado sería el senador Roberto Albores Gleason, se han producido renuncias de diputados locales verdes (14), amago de declinaciones de presidentes municipales (unos 50) y movilizaciones para construir una candidatura “independiente” (o ir por el mencionado Frente), con Eduardo Ramírez Aguilar, quien renunció a la dirigencia estatal del Verde y a la presidencia del congreso chiapaneco, en “protesta” por la “imposición” priista. ¡Hasta mañana!