Andrés Manuel López Obrador ya está pensando en cómo gobernar, más que en la precampaña interna de Morena o en la venidera campaña en sí y las consecuentes elecciones. Por ello es que está apelando a chirriantes y contradictorias adherencias externas, más que a su voto duro o a los seguidores circunstanciales (que no encuentran otra vía para manifestarse contra el sistema, aunque la del tabasqueño no les convenza plenamente).
Ese brinco en la categorización política (pensar no solo en lo electoral, sino en el ejercicio del gobierno en sí, lo que requiere pragmatismo extremo e incumplimiento de promesas de precampaña) ha generado explicables críticas y desconcierto, no solo entre los segmentos tradicionalmente adversos al peculiar tricandidato sino inclusive, de una manera nunca antes vista, entre un segmento de sus seguidores.
No será necesario esperar a que López Obrador llegase a Palacio Nacional para enterarse de retrocesos, incongruencias y oportunismos.
La lista de nuevos viajeros controversiales en el Arca de Andrés Manuel es amplia y, de ella, los ejemplos más recientes (Cuauhtémoc Blanco, los familiares de Elba Esther Gordillo y, sobre todo, Gabriela Cuevas) solo han servido para subrayar, hasta niveles grotescos, una tendencia clara de degradación de la oferta original de Morena y su líder máximo.
Sin embargo, López Obrador tiene, en general, un blindaje que parece a prueba de giros equívocos o decisiones incomprensibles.
El hartazgo frente al peñismo hace que el ánimo electoral parezca volcado en buena parte de la sociedad hacia una búsqueda de revancha en las urnas contra el PRI y sus candidatos, con AMLO como único verdugo posible y creíble.
Y ahora, con esta activación del modo “gobierno”, López Obrador ha tomado desbalanceados a sus adversarios, que apenas están ajustando sus equipos de campaña, con PPMid tratando de pasar de la agresividad matraquera que le habían impuesto a una faceta más de “reconciliación”, e intentando armar su propio equipo ejecutivo -lo que recuerda las tribulaciones de Luis Donaldo Colosio, antes de la Semana Santa de 1994- para no estar dependiendo de Aurelio Nuño y de Enrique Ochoa Reza, y con Ricardo Anaya dedicado a la musicalización de sus spots y a la promoción de su imagen como “niño bueno”, aunque sin propuestas de fondo.
En este momento es mucha la distancia política entre AMLO y sus persecutores ahora provisionalmente divididos, Meade y Anaya.
En estos días recientes, para bien y para mal, el tabasqueño ha puesto sobre la mesa mediática los asuntos a discutir, mientras el priista y el panista no han logrado posicionar ni siquiera algunas de sus propuestas más elaboradas
(Meade, por ejemplo, con su plan contra la corrupción, con compañeros de escenario que son ejemplo aplastante de esa misma podredumbre, en antítesis hasta gráfica de lo que supuestamente quiere hacer el abanderado “no priista” en caso de llegar al poder).
Pero tampoco ha de decirse que el panorama a futuro pinta un largo día de campo para López Obrador.
Todo lo contrario, incluso agravado justamente por esta delantera que hoy pareciera irremontable para sus adversarios, si hubiera elecciones limpias.
Además de desmotivar a ciertas franjas de su potencial votante, a causa de este reciclamiento de personajes contrarios a las promesas de cambio y de diferenciación que marcadamente hizo AMLO durante años, esta temprana delantera potencia la desesperación creciente de las poderosas cúpulas que parecieran dispuestas a echar mano de lo peor de su arsenal para impedir que llegue a Palacio Nacional un personaje al que repelen no tanto porque crean que va a provocar cambios profundos en el sistema, pero sí porque les resulta imprevisible y consideran que sus políticas y propuestas pueden “empeorar” la situación del país (situación que esas cúpulas han provocado).
Por lo pronto, López Obrador actúa ya tratando de conciliar intereses y grupos, como se debe hacer desde el gobierno.
Pronto habrá un congreso sobre educación, convocado por Morena, al que concurrirán los disidentes del oficialismo, los gordillistas desplazados y algunos representantes de la dirección sindical “charra” que encabeza Juan Díaz.
Otra decisión “de gobierno” fue la tomada para que la senadora Gabriela Cuevas sea ahora candidata a una diputación federal segura, para que continúe como presidenta de la Unión Interparlamentaria.
Astillas: La “rebelión” verde entró en receso, luego que Enrique Peña Nieto envió como “delegado especial” del PRI a su compadre, Luis Enrique Miranda.
Habrá “consulta” a los militantes del tricolor y del ecologista para definir el candidato a la gubernatura, incluyendo al causante de la discordia, Roberto Albores Guillén, priista al que pretendían “imponer”, y a Eduardo Ramírez Aguilar, la carta verde del gobernador Manuel Velasco que, al haber sido excluida, motivó al mando chiapaneco a montar la tal “rebelión”…
La segunda Revolución Mexicana, que dijo Javier Corral que había iniciado con su protesta por fondos hacendarios retenidos y por la tardanza en extraditar al exgobernador César Duarte, también está en proceso de ser pospuesta, pues el gobernador Duarte está en pláticas con funcionarios de Gobernación para ver si se reactiva la transferencia de fondos a Chihuahua, incluso con algunas partidas originalmente no demandadas, y si le dan garantías de que no hay trampa en el proceso de traer al otro Duarte…
Así dijo ayer el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Luis Raúl González Pérez: “La Ley de Seguridad Interior contraviene el contenido y la esencia de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, porque abre la posibilidad de vulnerar derechos y libertades básicas, deja en manos de las fuerzas armadas la conducción de instituciones del ámbito civil y afecta el diseño y equilibrio entre la Federación, los estados, instituciones, órganos del Estado y los poderes”, ¡hasta mañana!