Por: PAULA VILLANUEVA
Columna: DISRUPTIVA
En estos días, hemos visto la profunda indignación que ha generado (y que comparto) el asesinato de George Floyd a manos de un policía abusivo, beneficiado por una cultura sistémicamente racista.
Aquí comparto información de la ONU para entender más del tema:
La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Raciales es el más completo instrumento relativo a la lucha contra la discriminación racial.
Fue adoptado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 21 de diciembre de 1963, y entró en vigor el 4 de enero de 1969.
En agosto de 2008, 173 países lo habían ratificado.
La Convención establece las medidas que los estados deberían tomar para eliminar la discriminación racial, la cual se define en el Artículo 1 como “cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la raza, color, descendencia u origen étnico o nacional, que tenga el propósito o efecto de invalidar o perjudicar el reconocimiento, goce o ejercicio, en situaciones iguales, de los derechos humanos y libertades fundamentales en el campo político, económico, social, cultural o cualquier otra área”. El mundo exige que el pensamiento de la colectividad se deconstruya.
En estos años, de convivir con tanta gente y trabajar en proyectos buscando generar acciones de fondo y un activismo real, aprendí muchísimo del proceso “deconstructivo” personal. Descubrí que de origen nuestro pensamiento se diseña con una serie de cánones y conceptos errados que generan una constante insatisfacción a nuestras vidas y a las de muchas personas que nos rodean en el día a día. Quiero enfatizar que el racismo “bilateral” NO EXISTE. Crecimos con la creencia de que el racismo se limita a “simples” actitudes discriminatorias basadas en rasgos étnicos, religiosos, o de género.
Es mucho más complejo que eso, porque es todo un sistema opresor y que afecta a demasiados sectores de la sociedad.
Cómo lo expresó una gran amiga, “el activismo en este sentido busca es que se incluya a todos dándole valor a quien históricamente ha sido oprimido.” En principio me sentía ofendida con la serie de comentarios discriminatorios basados en prejuicio por ser de tez clara, eso me hizo leer mucho para informarme de los motivos de lucha (más allá de Twitter, y grupos de WhatsApp) y preguntar muchísimo; así fue cómo acepté que la tez clara, en este sistema es un privilegio.
Pero también descubrí en este proceso que necesitamos con sentido de urgencia buscar mecanismos menos excluyentes a la hora de participar en una lucha. La mejor forma de combatir un mal, es evitar fomentarlo, o ser partícipes de cualquier modo.
Mi responsabilidad moral como poseedora de ese privilegio, (y mi participación en esta lucha) es buscar (desde el privilegio mismo) abonar a los trabajos para un sistema más justo, esto desde la trinchera que más me acomoda y disfruto (porque también es válido escoger libremente cómo ser parte de algo) que es promover el cambio del pensamiento colectivo a través de plataformas existentes o en su defecto la creación de espacios para que este ejercicio deconstructivo se pueda dar.
Es importante generar conciencia del prejuicio en todos los niveles, y evitarlo como un elemento tácito y normalizado. No todos los “blancos” son malos, ni todas las personas racializadas (Gracias, Gracia Alzaga) lo son tampoco. Recordemos que el ser humano, tiende a ser una escala de grises.
Mi consejo para cerrar esta edición de “Disruptiva”, es que siempre se informen antes de salir a “luchar” por algo, porque de nada sirve generar más ruido alrededor de conceptos que no conocemos.
Eso, no fortalece ninguna lucha, ninguna meta, ningún proyecto. Información y criterio propio. Visibilizar los conceptos reales, evita luchas mal contextualizadas que reitero, solo generan confusión.