Cuando no hay un asesinato, hay un robo mayor, y cuando no, las dos…Lo cierto es que pareciera que este gobierno municipal encabezado por Paul Carrillo de Cáceres quisiera que los cancuenses hagamos ojo de hormiga o que de plano nos acostumbremos a estos hechos atroces.
La inseguridad en Cancún es el principal síntoma de un gobierno que no quiso gobernar, sin pies ni cabeza, un gobierno que tiene a los cancunenses pegados a la pared, atemorizados.
Esa fue la tónica durante estos tres años: El presidente municipal presumiendo obras ajenas, resaltando banderas azules (perdón, blue flags) en las playas logradas por el gobierno del estado, asistiendo a los grandes eventos, mientras que la ciudad, “bien gracias”, ¡en manos de la delincuencia!
Hay quienes afirman que el problema radica en la errónea información que le dieron a Paul Carrillo sobre lo que tiene que hacer un presidente municipal. Quizá a él sólo le dijeron que se la iba a pasar a toda madre, y a eso se dedicó, siempre metido en su casa nueva del exclusivo fraccionamiento Villa Magna, sin pararse por Palacio Municipal ni por equivocación.
¡Cómo pretende entonces la ciudadanía que un tipo como éste le entre al toro por los cuernos y le haga frente a la delincuencia!
No, pese a que la vigilancia y la protección de la población es quizá la principal obligación de un gobierno municipal, lo cierto es que los cancunenses eligieron a un presidente de oropel y terciopelo. Y están pagando las consecuencias.
Se necesitaron operativos de policía que nunca se vieron; un mapa delictivo para conocer las zonas donde operan, que no existe; trabajo, mucho trabajo y además muchos, muchos hue…sfuerzos. Cosas que nomás no, esta vez nomás no…