Ciertamente, las próximas elecciones serán el mayor reto de los partidos en la disputa por el poder, pero sobre todo para el partido de estado; los candidatos aún están girando en la moneda que está en vilo, para algunos partidos y para otros ya es más que sabido quién les abanderara.
El problema radica en el tipo de candidato que cada partido lanzará al ruedo: los priistas divididos, unos apuestan por un honrado Narro, mientras que otros por alguien con más calaña política; los partidarios de Morena, sin duda apoyan a quien consideran que ya merece la presidencia, después de tantos supuestos fraudes; los blanquiazules igualmente divididos entre quien les ha dirigido el partido por un buen camino hasta los que sueñan con benditos ángeles presidenciales. Y que se puede decir del PRD, igual a los otros.
La lucha se muestra avasalladora, dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias, pero la peor lucha es la que se ejercerá entre el pueblo, esa que buscará adeptos a toda costa, esa que buscará los mecanismos de abducción de mentes y votos, esa que fabricará propuestas momentáneas que permitan el engaño y la prevaricación, para llevar votos hacia el partido representado.
Será una lucha que despellejará el presupuesto, que aniquilará la sensatez; una contienda en donde un gran porcentaje del pueblo mexicano será engatusado sutilmente pues existe un problema: la necesidad de creer en un líder real y no poder encontrarlo.
Este panorama hace parecer que la gran mayoría de la población es ignorante, apática e indiferente, cuando en el fondo, desean tener gobernantes que cumplan a cabalidad la palabra emitida en esta carrera por la presidencia. ¿Habrá alguien capaz?