En México, todos sabemos que un alto porcentaje de los políticos mal llamados servidores públicos, tienen al parecer diferentes grados de corrupción pero que al final es llanamente: corrupción a secas. No importa si unos roban más o menos, o unos practican más el nepotismo que otros o algunos más utilizan el tráfico de influencias para obtener grandes beneficios, al final siempre hay un abuso. Lo interesante de todo es que la ciudadanía se percibe muy consciente de ello, lo saben. La sociedad en su conjunto entiende que los que ejercen la ley y su correspondiente aplicación de ella, también actúan con total evasión de conocimiento e incluso en complicidad para evitar que la corrupción sea castigada y acabe.
Y todo esto lo sabe la población, con plena causa de conocimiento y sin embargo, siguen reproduciendo el esquema pues lo más probable es que no tienen idea de cómo proceder de otra manera y mucho menos de lo que pasaría si se atreviesen a cambiar el modelo seguido.
Lo que se debe considerar es que la sociedad se encuentra en un momento salomónico, en referencia a ese hecho en el que la historia registra la actitud que una madre, en comparación con otra, y que tiene que decidir sobre la pertenencia de un hijo. En el relato, una de las supuestas madres acepta que el niño sea partido en dos mientras que la madre real decide que la vida de su hijo se preserve a costa de que ella lo pierda.
Y nuestra actual sociedad vive así, en una encrucijada salomónica. La población es una madre que prefiere que su amado hijo sea partido, desmoronado, mancillado, acribillado, robado, abusado o más. ¿Y dónde queda la madre real?