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noviembre 21, 2024

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UNA COLORADA (Vale más que cien descoloridas)

Lilia Cisneros Luján

Caos

En sentido netamente semántico y quizá con una orientación filosófica, el caos es una condición, en la cual prevalece el desorden. Para los pensadores griegos, la nada, la anti-materia, un atole de elementos -esencia y aun sus atributos- no identificados pero todos revueltos, son la clara definición de caos.
Hasta la más sencilla mirada de un infante de dos años, puede advertir la tendencia general al desorden: las cosas de cristal se rompen, el fuego quema o los líquidos se derraman y salvo en los trucos publicitarios ello nunca ocurrirá al revés. ¿Implicará esto una permanente confusión? ¿Que nos haría suponer que un sistema ordenado, en el cual cada partícula del mismo estuviera programado para una función lineal, se afectaría en su esencia si algo se mueve? ¿Por qué al tirar una piedra al río este no cambia su cauce? Las respuestas son fácilmente asequibles, para un experto en matemática que refiere esta palabra a una conexión no evidente manifestada por acontecimientos supuestamente aleatorios.
Así las cosas, el caos, sin ser determinista en términos de la ciencia clásica que pretende anticiparse a la propagación de un incendio o la evolución social; sigue siendo determinista por la existencia de una “ley” que gobierna la conducta del sistema. Todos, basados en la simulación podemos generar datos iguales o muy similares a los observados, con la salvedad de que una desviación infinitesimal, provoca una divergencia exponencial en la trayectoria del espacio de fase. Con todo y ello esta impredictibilidad por la posibilidad de encontrar “atractores” deviene en que las ecuaciones determinadas aun cuando parecen desordenadas o aleatorias, en realidad no lo son. [1]
Las leyes del caos han encontrado muchos seguidores en los analistas sociológicos he históricos. Ante la imposibilidad de predecir el futuro desarrollo económico de un grupo social –a partir del concepto básico y reduccionista de ciencia- el elevar las irregularidades a lo esencial en vez de considerarlas como simples productoras de ruido, estaremos entrando en la dinámica positiva del caos. Para los seguidores de dicha tesis, el caos no es desorden, pues si bien los resultados son impredecibles –debido a los atractores, las desviaciones infinitesimales o la divergencia exponencial- en su comportamiento y consecuencias el caos es determinista.
Si esta teoría del caos, la complementamos con un modelo matemático cuya esencia consiste en estudiar objetos y fenómenos frecuentes en la naturaleza. difícilmente explicables por las teorías clásicas entonces tendremos explicaciones del porqué del florecimiento y decadencia de civilizaciones mediante simulaciones del proceso que los crea.
Los objetos geométricos -con una estructura básica fragmentada o irregular- cuando se repiten nos permiten hacer aproximaciones de lo que ocurrió y porque algo similar puede ocurrir. Diversas cintas cinematográficas, están basadas en los estudios de uno o varios fractales[2]
No siempre el conocimiento deriva en mejora de las condiciones de las personas. La mayor deidad en grupos primitivos era justamente femenina, por su vocación de defender el hogar y la fecundidad materna. La mujer dejó de recibir un culto público y doméstico, cuando se descubrió la relación entre coito, embarazo y parto ¿Qué estamos viendo en el siglo XXI, cuando las mujeres no desean tener hijos o retrasan la llegada de estos hasta la tercer o a veces cuarta década de su vida? ¿Cuáles variables resultan deterministas en sociedades que prefieren el dinero a los hijos, y los bienes materiales al afecto y la vida en común?
Ideas simplistas sobre el origen de una humanidad que se ha jactado en los últimos 60 años de ser atea y simplemente “positivista”, han hecho proliferar manifestaciones religiosas, donde el centro es una figura masculina, contemplativa y toda una serie de absurdos –lógicos, científicos y caóticos superados hace siglos ¿Es solo el enojo en contra de los titulares de estructuras religiosas tradicionales lo que provoca esta tendencia? ¿Qué pasó entre la era del amor y paz y la del sacrificio auto-inmolado de los paladines de las diversas guerras santas?
A querer o no los jóvenes del siglo “Matrix”, se enfrentan a la realidad de lo infinito –matemática, conceptual o fractalmente- reconocido hace cuando menos 8 mil años, por las sociedades muy simples, cuyos avances nos resulta “adecuado” atribuir a extraterrestres aunque con mucha dificultad, a un ente superior que nos ama y nos ha protegido como sus criaturas Muchos pueblos –sumerios, hebreo, griegos, mayas, incas etc.- alcanzaron un desarrollo personal y colectivo que hoy nos sorprende, independientemente del tiempo particular y el entorno geográfico en el cual se desarrollaron. En la cosmovisión de casi todos, hay impactos comunes como el diluvio, el interés por los fenómenos del cielo, el traspaso de épocas de tranquilidad y progreso hasta eras de envidia, guerras y destrucción. ¿Por qué preferimos asumir que se trata de casualidades y no de un plan trazado, en el cual esta época de locura nos invita a tener una actitud reivindicatoria que evite seamos atrapados en el odio, la vida sin salud y la miseria?
[1] El principal representante de la Teoría del Caos, también conocida como la teoría de las estructuras disipativas es El químico ruso Ilya Prigogine (1917-2003), premio Nobel de química en 1977, Prigogine afirma que “el mundo no sigue estrictamente el modelo del reloj, previsible y determinado, sino que tiene aspectos caóticos” no provocados por el observador o investigador, ya que existen por sí mismos como en el caso de la variación en el clima.
[2] El término fue propuesto por el matemático Benoit Mandelbrot en 1975 y deriva del latín fractus, que significa quebrado o fracturado.

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